En el mundo, incluyendo naturalmente a Colombia, se está presentando una situación a la que los gobiernos no le están prestando la suficiente atención y que en el mediano plazo puede tener como consecuencia una crisis del sistema capitalista tal como lo conocemos hoy en día. La inequidad y desigualdad han llegado a niveles nunca antes conocidos. Las cifras son alarmantes, según un estudio de OXFAM, en el año 2017 por cada U$ 5 dólares que se generaron de riqueza, U$ 4 fueron para el 1% de la población, mientras que el U$ 1 restante al 49%; más grave aún, el 50% restante -3.700 millones de personas- no recibió nada.
El citado estudio menciona también que desde el año 2010 la riqueza de ese 1% ha crecido en un promedio del 13% anual, lo que es seis veces más rápido que los salarios de las personas trabajadoras que aumentan solo al 2% anual. También indica que entre el periodo de marzo de 2016 a 2017, se produjo el mayor aumento en la historia del número de personas cuyas fortunas superaron los mil millones de dólares, con un nuevo millonario cada dos (2) días.
Una de las grandes causas de esta “patología capitalista” es que los Estados están desconociendo la falta de competencia en el sistema capitalista. Así, hemos pasado de una economía abierta y competitiva a una donde muy pocas compañías dominan todas las industrias, es decir disponen de nuestro diario vivir. Por ejemplo, en los Estados Unidos dos compañías controlan el 90% de la industria cervecera, cuatro (4) aerolíneas dominan el tráfico aéreo, situación aplicable a todo el tejido industrial.
En ese orden de ideas se puede afirmar que nuestro país no es la excepción. Colombia es el segundo país más desigual de América Latina, y a su vez es uno de los más inequitativos. Así, contamos con un coeficiente de Gini de 0.53, que después de 72 billones en subsidios invertidos, no lo reduce significativamente y, peor aún, en el campo asciende a 0.9.
Necesitamos que la competencia sea más libre a fin de que haya un terreno de juego nivelado para la economía, sin exenciones tributarias clientelistas –hoy en día ascienden a 70 billones anuales-. Con esto, se generaría mayor equidad, mayor igualdad, mejor servicio y mejores precios para los consumidores.