¿Estamos en la edad media? Esta es la pregunta que me hago por lo sucedido en el centro comercial más exclusivo de Bogotá. La historia es muy sencilla. Un transeúnte, en un acto de discriminación injustificable, gritó y amenazó con pegarle a una pareja gay porque, según él, se estaban «manoseando» en el parque de niños.
Lo más preocupante es que ni la seguridad o la administración del citado centro comercial, ni la Policía, que más tarde llegó a imponerle un comparendo a la pareja, hicieron algo por ayudar a dos personas que estaban sufriendo un acto de violencia por su orientación sexual, por ser gays. En este caso, como en muchos que suceden a diario en nuestro país, prevalece la «moral y las buenas costumbres» de algunos para imponérselas a otros según su caprichoso y doble moralista criterio.
El panorama no es alentador. Según «Colombia Diversa», en el año 2017 fueron asesinadas 109 personas -aumentado el número de muertes- de la comunidad LGBTIQ. Además, son víctimas de ataques e intimidaciones, como la ocurrida en Bogotá, para citar solo un caso. La expectativa de vida de una persona transexual es de 35 años, no por cirugías mal hechas, sino porque simplemente los asesinan por su condición sexual.
Estos casos no se pueden tolerar y deben ser sancionados ejemplarmente por las autoridades, aplicando la ley. La Fiscalía tiene que abrir una investigación e imponerle la sanción que corresponde al artículo 134 del Código Penal y a la ley 1482 de 2011 anti-discriminación que impone multas y penas de prisión en estos casos. Fui autor de la reforma a la ley 1482 que incluyó a los ciudadanos en condición de discapacidad que también son violentadas diariamente en Colombia. Debemos dejar de invisibilizar a todas estas personas que sufren a diario porque a alguien no le parece que puedan estar tomados de la mano o dándose un beso en público. La «justificación» de Pedro José Costa, el agresor, fue alegar que tenía hijos. El peor ejemplo de un padre o una madre para sus hijos son los comportamientos violentos y agresivos.
Por eso, hago un llamado urgente a la Policía y a la Superintendencia de Vigilancia para que establezcan programas de formación LGBTIQ a sus miembros, dictados por personas expertas en el tema. No se trata de seguir haciendo capacitaciones de una diapositiva, se trata de generar una cultura integral de respeto y tolerancia. Además debe ser requisito para ser Policía o para entregar la licencia a las empresas de vigilancia. Los colombianos tenemos que construir la paz desde la cultura, en la mente y el corazón de los ciudadanos. Cero tolerancia a la discriminación.