Brotan de las entrañas de la comarca, de su vereda, de las montañas o planicies de nuestra arrugada geografía; desde niños escuchan a los mayores narrar las penalidades de su región, de sus necesidades y carencias. Participan de los convites y reuniones, sufren de los rigores del abandono estatal, arañan las pocas letras y números de su escuela rural, poco oyen de juegos de niños, sus juguetes son el azadón, el machete o la atarraya con los que reciben la madrugada y los descargan fatigados y sudorosos cuando el sol decae después de sus extenuantes jornadas. Así se les va la niñez y en el torbellino de sus dificultades asumen el rol de sus mayores que se hacen viejos o mueren. Lideran procesos comunitarios, reclaman asistencia en vías, salud, educación, financiación, asesoria técnica agropecuaria y mercadeo de sus productos; y en ese ejercicio depositan todo el cariño por su terruño, despiertan un inmenso sentido de pertenencia por su región que defienden cuál más y fortalecen la solidaridad. Cuando el Estado no los escucha pasan del reclamo a la protesta social y emprenden marchas reivindicatorias. Y es allí cuando de manera absurda e incomprensible si sus territorios fueron ocupados por la subversión armada o por el paramilitarismo son tildados de pertenecer a cualquiera de esos grupos y empiezan a sufrir las consecuencias del exterminio o del desplazamiento donde se involucran lamentablemente algunos agentes del Estado. Pero ahora, para mayor desgracia sufren la persecución y aniquilamiento por parte de las organizaciones mafiosas de narcotraficantes y de la minería ilegal que no admiten que los lideres sociales y comunidades traten de proteger su territorio de este flagelo y si lo hacen el precio de denunciarlos es la muerte como viene ocurriendo.
De nada vale capturar a los asesinos si la máquina de la muerte no se detiene y sigue exterminandolos. En menos de un año han asesinado miserablemente a 160 líderes sociales. El Estado no puede sentirse satisfecho sólo porque los captura. Lo importante es cauterizar los ríos de sangre que corren por la geografía colombiana y para ello debe desplegar toda la inteligencia y tecnología para desarticular las bandas criminales antes de que produzcan el daño y las muertes.
Solidaridad con los lideres sociales que luchan por vivir en paz y con dignidad.