El proyecto de ley 152 Senado y 202 Cámara de 2018 está en escena desde unos meses antes de la posesión del actual Presidente de la República, y ha logrado la convergencia de todos los gremios audiovisuales regionales, pero presenta la inconveniencia -sobre todo- de suprimir la actual Autoridad Nacional de Televisión y fusionar el Fondo para la Televisión, del que depende la financiación de la televisión pública regional.
La desconcentración y autonomía de la ANTV, creada en el año 2012 por la Ley 1507, en reemplazo de la Comisión Nacional de Televisión, ha permitido con éxito que la televisión pública en el país, compuesta por el sistema de medios públicos de Señal Colombia y los ocho canales públicos regionales (Canal Capital, Teleantioquia, Telepacífico, Telecaribe, Telecafé, TRO, Teleislas, Canal 13-Teleandina) sea una representación -no solo de la identidad de las regiones- sino una fuente de la democracia, al garantizar el acceso de las regiones al hecho de poder reproducir con alcance nacional su cultura e identidad.
Hoy, en el mundo entero la televisión pública se está fortaleciendo. En Europa, Asia, incluso en Latinoamérica, la apuesta es a la creación de contenidos auténticos, donde el creciente mercado audiovisual y transmedia busca originalidad. Colombia es ejemplo de televisión pública de calidad y los canales públicos regionales, siendo empresas industriales del Estado, son espacios que permiten que las economías creativas locales encuentren en ellos los únicos circuitos de exhibición y producción industrial al que tienen acceso el 47% de los creadores y desarrolladores de economía creativa del país, que no pasan por Bogotá.
Meter en la misma bolsa conectividad, convergencia y televisión -como pretende la Ministra Sylvia Constaín- es un error técnico y táctico para un sector que, bien planeado y fortalecido, le puede producir mucha riqueza no solo económica sino cultural a la Nación. Es un contrasentido que el gobierno nacional, bajo la marca ‘economía naranja’, pretenda estimular la economía creativa del país y a la vez desarticule los pocos circuitos de exhibición y producción que tienen las regiones, llevando a un centralismo extremo un sector que está emergiendo. Los canales públicos regionales, en su mayoría, no tienen más de 30 años de existencia. A excepción de Teleantioquia, Telepacífico y Telecaribe.
Parece que esta apuesta «modernizadora» lo que devela son intereses ocultos de sectores privados muy poderosos, y que en consonancia con la idea de la economía naranja buscan maquilar la creatividad nacional, otra forma de extractivismo, uno cultural y creativo, dejando pasar la gran oportunidad de generar una economía creativa nacional que tenga ecosistemas de producción propios para alimentar la cultura viva del país.
Hay que fortalecer el buen camino, la Autoridad Nacional de Televisión y FonTV han sido un acierto. La televisión pública en Colombia es un tesoro en tiempos de la economía de la información y el conocimiento. Apostemos entonces por ampliar los horizontes en mercados de contenidos, en los circuitos de exhibición, en las coproducciones. Es momento de invertir en lo nuestro, apuestas como Señal Play, un fichero igual que Netflix, pero con alto porcentaje de producción nacional, requiere de marketing, de visibilidad y de mostrar su principal valor agregado para los pro-sumidores del país.
Es momento de mirar hacia adentro, de reconocer el gran potencial que tenemos como Nación, un potencial simbólico que nadie le contará al mundo mejor que nosotros mismos: 106 pueblos indígenas con sus cosmovisiones; 65 lenguas, 70.000 especies de flora y fauna sistematizadas, entre otros; todo un universo llamado Colombia, donde realmente tenemos una ventaja comparativa y es desarrollar la Bioriginalidad desde la economía creativa nacional en contenidos y canales que generen creatividad, ciencia, tecnología e innovación.