Hace sesenta y seis años se produjo el último golpe militar en la historia colombiana, liderado por el General Gustavo Rojas Pinilla -fue el único en todo el Siglo XX- y como mecanismo para contribuir a resolver la confrontación violenta entre liberales y conservadores, en el marco del gobierno autoritario de Laureano Gómez. Esta intervención militar contó, una vez se produjo, con el apoyo del Partido Liberal y de un sector del conservatismo, porque era visto como una salida necesaria a la virtual ‘guerra civil’ entre colombianos.
Porque si hay algo que ha caracterizado la institución militar en nuestro país ha sido su subordinación plena a los gobernantes civiles, a diferencia de la mayoría de países de la región. Esto es buen síntoma de unas fuerzas militares profesionales, que han actuado a lo largo de su historia de manera apartidista -como deben actuar los militares, sin bandería política- y sin duda han sido una institución fundamental en nuestra historia, seguramente con errores de algunos de sus miembros en distintos momentos, pero por encima de todo cumpliendo su tarea institucional. Contribuyeron a la desmovilización de la guerrilla Liberal, posteriormente a enfrentar, como era su deber en el marco de la Constitución y la ley, al fenómeno guerrillero surgido en parte como remanente de la violencia liberal-conservadora y otros fenómenos delincuenciales y por supuesto, también ayudaron y de manera sustancial, a la terminación del Acuerdo de fin del conflicto armado con las FARC, y al inicio de su implementación, con errores en algunos de sus miembros, seguramente, pero con un compromiso institucional claro.
Ahora en este posacuerdo complejo que estamos transitando, la institución militar requiere el apoyo y legitimidad para que continúe cumpliendo con su tarea. Algunos dirigentes de la derecha y de la izquierda los critican sin fundamento sólido, porque a su juicio no hacen lo que ellos consideran adecuado y miembros de organizaciones políticas hacen lo propio. Creo que todos los colombianos debemos apoyar la institución militar, lo que no significa cerrar los ojos ante errores o hechos que pueden ser delictuosos, pero allí se debe recurrir con toda la precisión y prontitud a hacer las críticas y denuncias que sean del caso, para que se individualicen las responsabilidades y/o se corrijan los procedimientos a que haya lugar, pero no se puede caer en las generalizaciones críticas, que en ningún caso son convenientes.
Unas fuerzas militares profesionales y modernas como las nuestras, no se pueden considerar, ni lo son, de ninguna bandería política, son una institucional fundamental para la defensa de nuestra soberanía nacional y apoyar a la Policia Nacional a enfrentar fenómenos delincuenciales que superen la capacidad policial.
Y cumplirán mejor su labor si cuentan con la solidaridad de todos los colombianos.