La semana pasada planteaba que el glifosato o cualquier forma de erradicación forzosa de cultivos de coca es inútil si no va acompañada de alternativas de producción y generación de ingresos para los campesinos cultivadores. La tesis no es original ni propia, y pacientes lectores me han ilustrado sobre experiencias exitosas de utilización de esta estrategia alternativa.
De hecho es una estrategia avalada internacionalmente desde 1997 cuando se creó la oficina de la ONU para las drogas y el crimen (UNODC). La Asamblea General de la ONU en 1998 instó a combatir el narcotráfico con una estrategia de “Desarrollo Alternativo”, la cual definió así:
“Un proceso para prevenir y eliminar lo cultivos ilícitos de plantas que contienen narcóticos y sustancias sicotrópicas, mediante el diseño de políticas de desarrollo rural, en el contexto de los esfuerzos de crecimiento económico y desarrollo sostenible en los países que luchan contra las drogas, reconociendo las características particulares de las comunidades y grupos afectados, y en el contexto de una solución permanente y comprehensiva del problema de las drogas ilícitas”
El ejemplo más exitoso de esta estrategia es el que realizó Tailandia, inclusive varios años antes de la declaración de la ONU, y que ha sido analizado en un artículo reciente publicado en la revista de la London School of Economics (https://bit.ly/2NWAxtu).
En los años 60 Tailandia era el mayor productor de opio en el mundo, en el triángulo de oro de la frontera con Laos y Myanmar, región controlada por guerrillas y violentos grupos ilegales. Después de años de infructuosos intentos de reducir los cultivos de amapola mediante la fuerza y la represión (no se si Monsanto les vendía glifosato), las autoridades entendieron que la causa de la proliferación de cultivos ilícitos era la pobreza, la inseguridad y la ausencia de alternativas legales de subsistencia. Es decir que los cultivos de droga no eran el problema sino el síntoma.
Entonces diseñaron un programa de desarrollo integral para las zonas afectadas, en el que primero se trataba de mejorarlas condiciones de vida de las comunidades y crear oportunidades de empleo y generación de ingresos, inclusive antes de erradicar los cultivos. Su foco no era ella cantidad de hectáreas cultivadas sino el número de familias afectadas, y su indicador de medición no era las hectáreas erradicadas sino las familias que habían encontrado una alternativa de producción. El objetivo no era el control de las drogas sino el desarrollo sostenible.
Es un proyecto de largo plazo, que empezó a finales de los 80, con tres fases conocidas como las 3-S: Supervivencia, Suficiencia y Sostenibilidad. En la primera se empezaron a incentivar cultivos de café y macadamia y a mejorar las condiciones de alimentación, salud y educación con fondos públicos y ayuda internacional. En la segunda, se ayudó a la comunidad a desarrollar las cadenas de valor de sus proyectos productivos y en la actual tercera se enfatiza el empoderamiento y la capacitación de los habitantes para que sean dueños de su propio destino.
En Colombia hay otro caso exitoso en el departamento de Caldas, donde se erradicaron todos los cultivos de coca mediante el trabajo con la comunidad, el desarrollo de cultivos de aguacate, caucho y café, y la inversión pública en carreteras y servicios públicos. No hubo resiembra porque la erradicación de la coca se hizo con sustitución y sin glifosato.