El primer año del Presidente Duque

Opinión Por

Voy a compartir con los lectores mi apreciación, subjetiva como lo son todas, a propósito del primer año del gobierno Duque, sin apasionamiento, pues no es mí estilo. Como en todos los gobiernos, tenemos luces y sombras, cosas que agradan y otras que no se comparten.      

Me gustó la conformación del equipo de ministros, dando la mitad de la representación a la mujer y tratando de que fueran expertos en la materia, por supuesto con excepciones. Pero esto le generó un problema en la relación con el Congreso, porque la conformación de una bancada de gobierno, sin clara representación en el equipo ministerial no es una tradición que funcione y el costo fue la dificultad para tramitar la agenda del gobierno en el Congreso. También hay que reconocer, fue una buena experiencia de una relación más autónoma entre las dos ramas del poder público.      

Hubo un tratamiento democrático a la movilización de estudiantes y profesores por la educación superior y el mismo se saldó con acuerdos que en el cumplimiento tendrán su prueba de fuego. No fue igual con la minga Indígena, allí desafortunadamente la actitud del Presidente fue más reticente para ir a reunirse con estas comunidades originarias y el tratamiento de la minga acudió más a la tradición represiva nuestra.       

Me ha gustado el compromiso con la reincorporación de los excombatientes de FARC y fue un acierto colocar todo ello en cabeza de la Consejería para la Estabilización, en eso ha honrado el compromiso de implementación, hay otros aspectos del Acuerdo del Teatro Colon que siguen pendientes pero ello es responsabilidad de las bancadas del Congreso y también del Gobierno. No me gustaron las objeciones a la Ley Estatutaria de la JEP, pero el Presidente actuó con la tradición republicana aceptando que el Congreso no las avaló y procediendo a expedir la Ley.       

Ha insistido el Presidente, desde su posesión, en que quiere despolarizar el país, propuesta que comparto, pero le han faltado pasos concretos en esa dirección, aunque debo reconocerle su talante tranquilo. Pero debería insistir con algunos hechos simbólicos.     

No me ha gustado su política exterior muy ideologizada alrededor de lo que podría denominarse una nueva derecha, en un mundo cambiante y donde la hegemonía unipolar tiende a ir hacia un escenario cada vez más multipolar. No comparto las críticas de algunos con los viajes, porque eso es parte de la relaciones entre gobiernos en el mundo actual.      

Ha habido un campo de preocupación y es el relacionado con los asesinatos de líderes sociales y de excombatientes de FARC desmovilizados. Por supuesto no soy de los que crea que es el gobierno quien está produciendo estos crímenes. Pero sí es su responsabilidad diseñar estrategias de prevención y protección -creo que lo están haciendo, pero deben producirse resultados pronto- y en coordinación con la Fiscalía adelantar las investigaciones para capturar a los responsables materiales e intelectuales de los mismos.      

Un problema desafortunado que se ha presentado es el relacionado con la Fuerza Pública. Necesitamos una Fuerza Publica unida y cohesionada -a nadie conviene una Fuerza Pública con tensiones y rencillas internas- y por supuesto con los mecanismos de control interno actuando para evitar conductas inapropiadas o ilegales. Porque la Fuerza Pública tiene la tarea de enfrentar los fenómenos delincuenciales del crimen organizado que están generando situaciones de zozobra en los territorios y garantizar condiciones de seguridad; también para la implementación de los acuerdos que tienen que ver con la paz territorial.

Doctor en Ciencias Políticas, de la Universite Catholique De Louvain, y Magister en Política Social de la Universidad Externado de Colombia. Es autor de múltiples investigaciones y actualmente Profesor asociado de la Universidad Nacional.