¡Suramérica estalla! Mientras que en nuestro país nos estamos preparando para las elecciones de gobernadores, alcaldes, concejales y JAL, la región está viviendo una alarmante crisis.
En Perú se desató un terremoto político por la decisión del presidente Vizcarra de disolver el Congreso y designar a la vicepresidenta Mercedes Araoz como “presidenta en funciones” -de corriente fujimorista- quién renunció rápidamente a este cargo. Las protestas en las calles en apoyo a Vizcarra fueron contundentes.
En Ecuador, el llamado “paquetazo” luego de que el presidente le pidiera prestado al Fondo Monetario Internacional 10.300 millones de dólares, rebosó la copa y la paciencia de la gente. Para acceder al préstamo, el gobierno se comprometió a hacer varias reformas entre ellas el alza de más del 110% a la gasolina. La situación fue tan grave que el ejecutivo tuvo que ejercer desde la ciudad de Guayaquil y no desde Quito. Las marchas estuvieron marcadas por la violencia por parte de las autoridades contra los manifestantes, donde hubo varios muertos.
Posteriormente, el turno fue para Chile. Con el alza en el pasaje del metro, la ciudadanía salió a las calles y como en Ecuador, la represión fue tan macabra y fuerte por parte de la policía y las fuerzas militares que hizo recordar las épocas del dictador Pinochet.
Por último, Bolivia. Luego de las elecciones presidenciales, sus ciudadanos salieron a las calles a protestar por considerar que es un robo de Evo Morales, lo que desencadenó enfrentamientos con la policía.
Lo anterior demuestra que los cambios y las decisiones de los gobiernos deben ser pensadas, concertadas, publicitadas y debatidas con la ciudadanía, con la gente y para la gente, evitando las crisis políticas, institucionales y sociales.
El mundo necesita gobernantes que promuevan la reconciliación, lejos de la polarización y los odios, pero con firme temperamento para defender la ética, los principios y el interés general. A propósito de la contienda electoral del próximo domingo, invito a elegir gobernantes que escuchen a la gente, no que apaguen el fuego con gasolina provocando más violencia.
En Colombia tenemos desigualdades, inequidades e injusticias marcadas, aberrantes y profundas que se han acumulado desde hace décadas. Es hora de corregirlas con reformas que permitan acceso real y equitativo a oportunidades que mejoren los ingresos y la calidad de vida del grueso de la población. Es hora de que la política vuelva a estar al servicio de la gente.