Se ha colocado nuevamente en la agenda nacional el tema de las conversaciones del Gobierno con el ELN, lo que es buena noticia. Columnas de opinión, declaraciones de funcionarios de gobierno y de especialistas, exigencias de la Iglesia, análisis en radio y televisión, muestran que el tema está de nuevo sobre la mesa. Lo cual es importante, porque para cerrar el conflicto interno armado, no hay duda que el principal pendiente es avanzar y llegar a unos acuerdos con esta insurgencia.
Pero al tiempo, se producen hechos de violencia, que si bien son la expresión perversa del conflicto armado, generan el rechazo de los colombianos –quema de vehículos de transporte en carreteras del Bajo Cauca antioqueño y un carro bomba en el norte de Boyacá-. La pregunta es cómo le hacemos, como dirían algunos colegas latinoamericanos.
Sin duda que no es suficiente con estar dando declaraciones en medios de comunicación, ni por parte de los encargados del tema en el Gobierno, ni los voceros negociadores del ELN. Por ello declaraciones como ‘las puertas están abiertas’, de los primeros, en realidad no significan mucho, o declaraciones como ‘estamos listos y esperando la delegación del Gobierno’ de los segundos son relativamente inocuas.
La verdad es que la experiencia internacional y nacional enseña que para retomar unas conversaciones se debe hablar entre delegados de las partes, preferiblemente de manera reservada –porque ya esto significa una decisión política de ambas partes y es recomendable que se haga reservadamente hasta que se logren acuerdos mínimos iniciales-. No tiene sentido establecer ‘condiciones’ en los medios de comunicación que la otra parte asume como aspectos solamente propagandísticos. Por supuesto que cada parte tiene el derecho a establecer condiciones, si así lo considera, pero eso debe trasmitírselo personalmente a la contraparte –preferiblemente por escrito y ojalá con la presencia de terceros-, si se está en un esfuerzo serio y allí saben si hay condiciones.
En las actuales circunstancias y después del impasse presentado el tema se debe manejar con gran tacto diplomático. En otro momento ilusamente se podría decir, se trata simplemente que manden la delegación del Gobierno a Cuba y reanuden las conversaciones con la delegación del ELN. Pero eso no es viable hoy día –y estoy tratando de mirar de manera realista la situación-, porque el actual Gobierno cuestiona aspectos de procedimiento y de condiciones del esfuerzo realizado con el Gobierno anterior –precisar, por ejemplo, si se va a negociar en medio de la confrontación militar como se inició con FARC, o con cese de acciones militares, como en el Gobierno Barco con M-19 y EPL-.
Se trata de empezar explorando, entre las partes, si hay ambiente para aceptar las condiciones que mutuamente se puedan plantear. Si esto se supera positivamente, lo que sería un paso para comenzar a construir confianza, habrá que definir aspectos de procedimiento tales como, dónde conversar –esto implica resolver la situación que se presentó con la delegación del ELN que se encuentra en Cuba y su traslado a la nueva sede de conversaciones-, si va a haber acompañamientos de ‘terceros’ nacionales o internacionales, seguramente revisar la agenda que se había acordado –al respecto tengo la sensación que hay más disposición del propio ELN a revisar lo que haya lugar, que algunos acompañantes de buena fe-.
En esas conversaciones preliminares igualmente se deben precisar aspectos como esos que se especulan –que el Comando Central, no controla determinadas estructuras guerrilleras y sobre lo cual considero hay más especulación que realidad-, es decir con quién se va a negociar y a quién va a comprometer los eventuales acuerdos.
Ojalá inicien el recorrido del complejo camino.