Has muerto más de 220.000 veces en los últimos 50 años, como país fuimos incapaces de frenar el conflicto que te asesinó, ninguno de los intentos por frenar la guerra fue suficiente. Recientemente, logramos como sociedad, un gran paso en el propósito de la paz…desmovilizamos a la mayor guerrilla del país, a cambio de dejarlos hacer política, cambiaron las balas por la palabra y eso ha permitido evitar que mueras más veces. El año 2017, fue el de menor número de homicidios, desde 1975.
Has muerto más de 220.000 veces en los últimos 50 años, te mataron en promedio 12 veces al día, durante las últimas 5 décadas, caías muerto en cada rincón de nuestra patria, en forma de campesinos, indígenas, soldados, policías, líderes sociales, funcionarios del Estado, políticos, ciudadanos, guerrilleros, entre otros. Tu muerte diaria, como todo aquello que acontece de seguido, se volvió parte del paisaje.
Has muerto más de 220.000 veces en los últimos 50 años. Al normalizar tu muerte nos volvimos una sociedad insensible, ensimismada en sus problemas matutinos, sin percatarnos que tú morías en las zonas más pobres y abandonadas, donde escasamente hay servicios públicos o posibilidades laborales. Mayoritariamente eras representación de las gentes humildes de Colombia, tu muerte poco importaba a los poderosos o a los ciudadanos que, desde la comodidad de sus apartamentos en las grandes ciudades de Colombia, te veían morir por televisión.
Has muerto más de 220.000 veces en los últimos 50 años, y esa guerra que te mató nos llenó el alma de odios, rabias y desconfianza. Veo, con profundo pesar, cómo ese conflicto polarizó a tal nivel nuestra sociedad que hoy no somos capaces siquiera de ponernos de acuerdo en que la vida es sagrada, es tan valiosa la vida del soldado, policía como la del líder social. Hoy pareciera que se llora a los muertos conforme a su preferencia política en vida. Esto no lo podemos permitir, pues es la deshumanización de la vida misma.
Tenemos el reto y la oportunidad de hacer de la defensa de la vida nuestro eje cohesionador como país, sería el mayor reconocimiento que pudiéramos hacerte, terminar la guerra que te mató, poniéndonos de acuerdo en que la vida de todos es sagrada. Así, no seguiremos viéndote morir todos los días.
Te escribo esta carta para pedirte perdón por no haber podido evitar tu muerte y para hacerte saber también que muchos seguiremos defendiendo con convicción esta paz que ha salvado vidas, que ha permitido que a los lugares más apartados de Colombia retorne la tranquilidad, y la expectativa legitima de que cosas mejores vendrán.