Es impresionante y vergonzoso para el país el escándalo que está en boga relacionado con los recursos para la implementación de los acuerdos de paz.
En una nación tan desigual como Colombia es denigrante que no se tome en cuenta esta situación que nos tiene al borde de una catástrofe parecida a la de Venezuela, pues un alto porcentaje de la población se muere de hambre, el 30% de los territorios están abandonados por el Estado, muchos de ellos carecen de servicios públicos, de hospitales, de establecimientos educativos y de alternativas de empleo, entre otros.
Según versiones de prensa y en especial de la revista Cambio “al gobierno nacional no le gustaba el Acuerdo de paz, pero sí hurtar los recursos destinados a él». Parte de los recursos de la OCAD paz, que es el órgano responsable de viabilizar y aprobar proyectos de inversión que están financiados con recursos de regalías para contribuir con la terminación del conflicto armado han desaparecido. Esta institución forma parte de Planeación Nacional.
Siguiendo con la información antes señalada, se dice que funcionarios de Planeación Nacional, la contraloría, gobernadores, alcaldes y contratistas participaron de la gran tajada de los recursos para la paz.
Muchos de los dineros para la implementación de los acuerdos fueron donaos por la comunidad internacional, por ello el secretario general de la ONU está pidiendo la investigación correspondiente.
La credibilidad del país y de sus gobernantes está en entredicho, pues resulta difícil creer que ante un hecho de corrupción tan significativo el gobierno no se haya enterado de la situación.
Unos recursos que se obtuvieron para aprobar proyectos por un período de diez años, es decir, del 2020 al 2030, fueron gastados desmedidamente en el año 2020 y sin los resultados esperados, pero al parecer si aumentaron el patrimonio de los funcionarios públicos relacionados con su ejecución. Ante estos hechos, uno se pregunta ¿Y dónde están el Presidente de la República y los órganos de control que no vigilan esa clase de programas?
Jugar al tonto para negar estos casos de corrupción, continuar con el negacionismo y la violencia que el país y una parte importante de sus conciudadanos han venido padeciendo desde hace varias décadas es desconocer nuestra historia, más aún cuando ha resultado una situación escandalosa y dolorosa que se ha visibilizado en todo momento y dado a conocer por los distintos medios de comunicación a nivel nacional e internacional.
Parece ser que los intereses personales, la ambición política por el poder, el egoísmo y otros beneficios quizás oscuros imperan sobre el bien común. El mensaje que le estamos enviando al mundo es de violencia, de deshonestidad y de falta de voluntad política para lograr la paz.
Por otra parte y como si fuera poco, es asombroso también, que ante el excelente y profesional informe dado por la Comisión de la verdad se fustigue al padre Francisco de Roux, se le insulte y se ponga en tela de juicio su profesionalismo y a la vez el resultado de su labor como Presidente de la institución antes mencionada.
No es justo que unos pocos malintencionados perjudiquen la cohesión de toda una nación y la imagen de un país que ha pagado con creses la falta de gobernabilidad del Estado, aumentando así la desigualdad social y debilitando su institucionalidad.
Jugar con el dolor de las víctimas y hacer política con ello, no es ético. Si no reconocemos nuestra historia de violencia y la realidad del país, habremos perdido el año como dirían los jóvenes hoy en día. Que mensaje y herencia les estamos dejando a nuestros hijos, si la educación comienza con el ejemplo.
No tiene presentación que el gobierno Duque que se ha caracterizado por la falta de compromiso para la implementación de los acuerdos de paz y se ha burlado de la comunidad internacional, tenga el descaro de comenzar a criticar al gobierno del presidente electo Gustavo Petro, si ni siquiera se ha posesionado.
Lo que no se puede dejar de lado es una verdadera investigación sobre los recursos que desaparecieron los que ascienden a 500 mil millones de pesos, ¡casi nada!. La historia y el mundo lo juzgaran por su ineficiencia.