Hemos presenciado las últimas semanas un agudizarse de la crisis al interior del Partido Liberal, con el retiro público de una serie de exministros y personalidades. Pero la pregunta sería si se trata de algo novedoso o más bien una tendencia de tiempo atrás al interior de esa colectividad.
Recordemos que los partidos tradicionales, el Liberal y el Conservador, surgen a mediados del Siglo XIX, aunque algunos los remiten a más atrás a las disputas entre Santander y Bolívar, inspiradores según ellos del liberalismo y el conservatismo. Una característica de estos dos partidos históricos fue siempre el faccionalismo, es decir la coexistencia a su interior de tendencias o facciones, casi siempre lideradas por un dirigente de relevancia, sin que eso significara una división del Partido. En el Siglo XX fueron famosas las facciones al interior del conservatismo entre el laureanismo y el ospinismo, que luego lo heredan el alvarismo y el pastranismo hasta muy recientemente. En el liberalismo igualmente el lopismo y el santismo, que luego va a transformarse en el llerismo y el lopismo –pero por Alfonso López Michelsen- y una facción más pragmática del turbayismo. Por momentos predominaba una de esas facciones y la otra aceptaba, en ocasiones se generaban disidencias transitorias, algunas relevantes fueron el Movimiento Revolucionario Liberal de Alfonso López Michelsen al inicio del Frente Nacional y el Nuevo Liberalismo de Luis Carlos Galán en los años 80s.
Lo que ha vivido los últimos años el liberalismo ha sido la emergencia de su seno de disidencias que han pretendido convertirse en partidos políticos; primero el surgimiento de Cambio Radical liderado por Rafael Pardo, entre otros dirigentes, que van a apoyar la candidatura y el gobierno de Andrés Pastrana, más recientemente va a ser Germán Vargas Lleras quién queda como líder de ese partido. Igualmente, buena parte de los jefes políticos que crearon, liderados por Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe Vélez, el denominado Partido de la U. eran jefes políticos liberales que preocupados por la creación del umbral en la reforma electoral de 2003 van a presionar la creación de este nuevo partido político.
En los últimos años el liderazgo del Partido Liberal lo han ejercido serpismo y gavirismo, pero adicionalmente existe otra tensión al interior y es si se acepta una reforma estatutaria que le daba más peso al interior del Partido Liberal a los sectores sociales, o si por el contrario siguen predominando los estatutos que le dan más peso a los congresistas y esta tendencia parece ser la que representa el expresidente Gaviria. Por supuesto todas estas escisiones y disidencias han tenido su impacto en el peso electoral del Partido Liberal y su significación para los colombianos –de ser el partido ampliamente mayoritario electoralmente en el post Frente Nacional, ha pasado a ser un partido más con presencia en la vida política colombiana y el proceso 8000 es un fardo que le pesa.
El Partido Liberal tiene ante sí dos caminos, uno, realizar un amplio y democrático congreso partidario que le permita discutir sus tensiones internas y que pueda lograr una dirección y orientación consensuada, o por el contrario dar paso a otra disidencia más, con el surgimiento de otra formación partidista de orientación liberal, que difícilmente canalizara esa tendencia política amplia de centro que hoy día se encuentra huérfana de representación política.
No soy optimista acerca de la capacidad de los liberales de superar positivamente esta última tensión.