Cada vez con mayor frecuencia se escucha que Colombia es un país enfermo, y los variados síntomas que presenta dan para pensar que el diagnóstico es acertado. Uno de esos síntomas reside en la ominosa eventualidad –o inminente peligro- de que el próximo Presidente de la República sea “el que escoja” un tipo que tiene a un hermano preso por matar gente. Hablamos por supuesto de Santiago Uribe Vélez, acusado de comandar un grupo paramilitar conocido como Los 12 apóstoles, y de quien según el director de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, “la acusación (contra él) contiene pruebas y argumentos serios”. (Ver trino).
Es cierto que no existen los delitos de sangre, y el tema me atañe bajo el precedente de un Ernesto Yamhure que me ha señalado de ser “hermano de un peligroso narcotraficante”. Pero una cosa es ser víctima –en cuanto a prestigio familiar menoscabado- de un pariente que cayó en la tentación de un dinero fácil y pagó su culpa hace muchos años, y otra es haber estado rodeado la mayor parte de su vida con personas envueltas en líos con la justicia, comenzando por un hermano acusado de “concierto para delinquir y homicidio agravado” sobre 164 víctimas, según la calificación de mérito de la Fiscalía.
Está además su ‘parcero’ primo Mario, con quien creó el partido Colombia Democrática que lo condujo a la Presidencia, condenado a 90 meses de cárcel por haberse hecho elegir senador en alianza con autodefensas de Córdoba y Antioquia que le aportaron cuantiosas votaciones en municipios donde nunca estuvo; y luego una sobrina y una cuñada también capturadas, para hablar solo de los que están presos y no meternos con el súbito enriquecimiento de sus hijos después de haber comprado unos lotes en Mosquera que por arte de magia terminaron convertidos en Zonas Francas, justo cuando su padre era el todopoderoso Presidente de Colombia.
Ya salidos del círculo parental, debería pesarle a Uribe como piano a la espalda la casi interminable lista de delincuentes que llamó a trabajar con él, desde un círculo tan cercano como su primer director del DAS, un Jorge Noguera condenado a 25 años por facilitar la muerte del académico Alfredo Correa D’Andreis, continuando con sus dos consecutivos jefes de Seguridad, Mauricio Santoyo y Flavio Buitrago presos por narcotráfico y paramilitarismo, pasando por un Salvador Arana con 40 años de cárcel por homicidio y a quien Uribe quiso proteger con un cargo diplomático en Chile, hasta un Álvaro ‘el Gordo’ García determinador de la masacre de Macayepo (40 años de prisión), y rematando en un ‘alias Job’ recibido en el Palacio de ‘Nari’ para armar un plan contra la Corte Suprema con entrada subrepticia por el parqueadero, providencialmente –para Uribe- silenciado dos meses después mientras almorzaba en un restaurante de Medellín.
Ante tan nutrido ramillete de delincuentes convertidos en aliados suyos, lo primero que surge preguntarse es por qué en Colombia hay tanta gente convencida de que un tipo que ha estado rodeado de tantos pillos… es diferente a ellos.
En alguna ocasión el caricaturista Matador definió a Uribe como el tumor de Juan Manuel Santos, con el agravante de que el tumor no mata al paciente, pero no existe medicina que logre erradicarlo. Llegó ahí, para quedarse. (Ver tumor). Es hora de entender que el tumor ha hecho metástasis al país entero, y los directores de los principales medios de comunicación parecen haber comenzado a ‘pellizcarse’ sobra la catadura del personaje, a raíz de la infame calumnia que profirió contra Daniel Samper Ospina al tildarlo de “violador de niños”.
En respuesta, más de 60 reconocidos periodistas y directores de medios han dicho que “es tiempo de que el expresidente esté a la altura del enorme poder del que ha venido abusando sin mayores consecuencias”, y rematan pidiéndole “al calumniador que se detenga” (Ver carta). Sana preocupación, en coyuntura que debería ser aprovechada con sentido autocrítico para que esos mismos periodistas por fin sean conscientes de su irresponsabilidad cuando reproducen cuanta barrabasada se le ocurre espetar al exmandatario, dándole así nutrido abono de crecimiento a sus odios, falacias, engaños y mentiras. Lo que hoy plasman en esa carta es el reconocimiento del refrán “cría cuervos y te sacarán los ojos”.
Se requiere entonces que periodistas, medios y opinión pública sensata comencemos a silenciarlo, pero no del modo en que una mano negra ‘silenció’ a un alias Job, a un Pedro Juan Moreno o a un Francisco Villalba, sino aplicándole el filtro de la duda tanto a sus declaraciones públicas como a todo trino que salga de su infestada cuenta de Twitter.
Lo cierto es que esa acusación no fue producto de una súbita ofuscación ante una supuesta ofensa, sino una jugada calculada con alevosía y premeditación, pues detrás apareció un ejército de troles matoneando con unos mensajes privados entre Daniel y su colega Julio Sánchez Cristo. El resultado final fue que el periodista terminó acusado de haber publicado “pornografía infantil”, por cuenta de unas fotos de la revista Soho en torno a las cuales la modelo de las mismas despejó cualquier duda. (Ver aclaración). Sea como fuere, la estrategia de Uribe es clara: echarles agua sucia a sus críticos para distraer la atención sobre los señalamientos que le hacen.
Esteban Carlos Mejía dijo en su última columna que Uribe “encarna lo más ruin, nauseabundo y siniestro de la “raza antioqueña”, y el problema de fondo es que los medios no parecen advertir que es así, que esa es su ralea. Estamos ante un sujeto ‘bajo sospecha’ en los más variados frentes, desde las licencias para pistas y avionetas de Pablo Escobar siendo director de Aerocivil, pasando por haber nombrado en el mismo cargo al mafioso César Villegas (también ‘silenciado’ y a quien se refirió Myles Frechette en reciente entrevista), llegando hasta el extraño accidente de su amigo Pedro Juan Moreno, quien según el general Rito Alejo del Río “fue asesinado”. (Ver noticia).
Toda crisis traduce oportunidad, y esta parece la ideal para que los medios mediten con espíritu autocrítico en el papel que hasta hoy han jugado como catapultas del prestigio de un ser tan repulsivo, tóxico, dañino y disociador como Álvaro Uribe Vélez, a toda hora relacionado con delincuentes o envuelto en prácticas delictivas, y hoy empeñado en acabar a como dé lugar con la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) para que nunca se sepa la verdad sobre los incontables crímenes cuya autoría real aún reclaman las víctimas.
DE REMATE: “Esta semana tuve la oportunidad de cargar a Amapola. Me puse a pensar y me dije cuál mano le pongo: la dura o la blandita”. Esta frase, pronunciada al presentar a Paloma Valencia durante la convención del Centro Democrático, también puede ser interpretada en el sentido “morboso” que le quieren dar a un mensaje privado entre @jsanchezcristo y @DanielSamperO.