Acabar con la exploración de petróleo implica que a la vuelta de unos 8 años podríamos tener que importar combustibles (las reservas son de 7.6 años), lo cual podría ser catastrófico para empresas y hogares en periodos de altos precios internacionales porque no podría existir el fondo de estabilización de precios de los combustibles como existe hoy. Ese fondo ha permitido que el galón de gasolina esté en $9.400 y no en $16.000 como lo sugieren los precios externos.
Si no hay nuevas exploraciones, el país perdería más de USD 2.000 millones al año en inversión extranjera directa al sector, la cual representa cerca del 20% de la inversión extranjera total al año y son flujos clave para financiar el alto déficit comercial que enfrenta el país. Eso sumado al escenario de “déficit gemelo” que padece la economía nacional, déficit comercial y fiscal. De hecho, suspender la exploración petrolera implicaría que lo que se produzca tendrá que ser usado para consumo interno, con lo que perderíamos 32% de las exportaciones totales del país.
Entonces, el efecto es doblemente negativo: se pierden 32% de las exportaciones, aumentarían las importaciones de combustibles y dejaríamos de tener más de USD 2.000 millones por inversión extranjera que son necesarios para financiar el déficit comercial que será más amplio. La variable de ajuste sería el dólar que quien sabe a cuánto podría llegar pero que ya ha rondado los cinco mil pesos. Las regiones además tendrían que abandonar o renunciar a proyectos estratégicos en sectores clave una vez se dejen de percibir regalías por cerca de 1% del PIB al año. A precios de petróleo de hoy, los ingresos totales del gobierno central superan el 1% del PIB. 9 billones son las regalías de petróleo, las cuales a su vez representan cerca del 80% de las totales.
La empresa pilar de este sector estratégico y de seguridad nacional para la economía es Ecopetrol. Cuando ingenuamente creíamos que el gobierno había entendido la inconveniencia de estos anuncios al viento que solo han generado zozobra, disparado el dólar, en medio de una crisis inflacionaria, que toca sobre todo los precios de la comida y por ende a los más vulnerables, una reforma tributaria inoportuna e innecesaria, la efímera estabilidad por las decisiones de conformación de la junta de la petrolera estatal duró apenas 24 horas.
Es una irresponsabilidad gigantesca con el país, jugar con una empresa que ya perdió en 5 meses 20mil millones de dólares en su valoración de capitalización bursátil. También es una irresponsabilidad producir pánico en un sector que necesita estabilidad en las reglas de juego. No cometamos el error de Chávez en Venezuela que desmanteló PDVSA. De acuerdo con que Colombia debe trazar un camino para su transición energética, pero hay que decir cómo, cuánto tiempo puede tardar y diseñar planes de inversión a 50 años para remplazar los hidrocarburos. Los países tecnológicamente más avanzados se han comprometido con transiciones a 20 y 40 años. Nosotros no podemos pretender hacerla en 4 años. Prender y apagar el motor actual de la economía, los hidrocarburos, no es como encender un bombillo.
Finalmente, lo que dice Carlos Gustavo Cano en su carta es un hecho de suma gravedad para el manejo independiente y técnico de Ecopetrol como empresa pública y no de propiedad gubernamental. “Sometida a la Junta tal acción, en votación dividida se llegó a la determinación inducida por el primer mandatario de removerme de dicha posición, sin mediar motivo alguno diferente al de mí comprobada independencia frente al gobierno”.