El derecho a cambiar de opinión

Opinión Por

En las ultimas semanas el cambio de partido del senador Armando Benedetti ha dado mucho, pero mucho para hablar, y no es para menos. Creo que nunca en mi vida me hubiera imaginado que un político de derecha que apoyó un gobierno de ultra-derecha tan extremista que el más conservador Mariano Ospina parecería un lánguido liberal en retrospectiva, fuera a terminar en las toldas de la izquierda.

Así como yo, creo que toda Colombia quedó sorprendida por el cambio de viraje de unos de los senadores más protagónicos en la última década, pero después de todo por algo se dice que la política es dinámica y cambiante, tan voluble, tan intrépida que ni el mejor estadístico puede saber los futuros vaivenes que las pasiones ideológicas nos deparan.

De este hecho tan mágico que raya con el surrealismo de una novela de fantasía pero que siempre es posible en Colombia, mi abuela me solía decir “que todo es posible en el circo nacional”, sabias palabras que nunca pensé poner en una columna que se inspira esta pequeña disertación.

Es la disertación del derecho más humano posible, el derecho más inherente a nuestra esencia humana, el cambiar de opinión, es tan humano como el error, y estos dos son los derechos más olvidados en la historia humana, pues todos deberíamos gozar del derecho a equivocarnos y cambiar de opinión.

Creo que este simple hecho fortuito propio de nuestro mundo aleatorio e incierto nos debería llamar a reflexionar sobre la importancia del derecho humano nunca escrito, porque si no estamos dispuestos a aceptar el cambio de opinión y respetar los vaivenes de la conciencia humana, ¿Dónde queda nuestra libertad de pensamiento? ¿Dónde queda nuestra humanidad para aceptar nuestros errores y permitirnos cambiar?

Porque todos podemos equivocarnos, todos nos vamos a equivocar y tenemos que aceptar que podemos corregir, algo que a nuestra dolida patria le ha hecho tanta falta y la ha tenido tan adolorida, ¿Qué tan diferente sería nuestra historia si nuestros políticos se reconocieran como humanos que sangran, que sienten y defecan como el resto?, tanta soberbia tanta inflexibilidad que representa la irracionalidad humana nos ha llevado a padecer el eterno retorno de nuestra trágica historia como si fuera los pergaminos polvorientos de Melquíades.

¿Cómo podría ser nuestro futuro si desmitificamos la polarización? porque es imposible estar mas polarizados que en el siglo XIX, época de las guerras civiles incesantes que llevaron a partir nuestra patria en dos lánguidos territorios, después de haber perdido la grandeza del sueño que se llamó Colombia, ¿Cómo podríamos estar mas polarizados que en abril del 48?, ¿Cómo sería de diferente si estuviéramos dispuestos a aceptar los errores y horrores que nos hemos hecho?

Podemos seguir despedazando nuestras opiniones, podemos seguir usando las palabras para ampliar las zangas de nuestras diferencias, siempre podemos seguir repitiendo la tragedia de ver morir a nuestros hermanos por los vaivenes de la ideología.

Pero también podemos darnos el derecho a cambiar de opinión, darnos el derecho de aceptar nuestros errores y recordar que somos una nación, que somos un sólo pueblo y que tenemos más en común que la zanja que nos separa, tenemos el mismo fin, el propósito de nuestro bienestar, nuestra felicidad que estamos llamados a construir con nuestro trabajo porque lo merecemos, porque nos merecemos construir ese viejo sueño llamado Colombia.

Entones la pregunta es si usaremos este derecho humano nunca escrito.

Al senador Benedetti le digo que, aunque nunca voté por él y veo casi imposible que vaya a votar por usted, se ganó mi respeto, porque pocas personas son capaces de aceptar sus errores, casi ningún político (por no decir ninguno) está dispuesto a cambiar de opinión. Por eso tiene mi respeto.

Economista y Magíster en Economía de la Universidad Externado de Colombia. Fue docente de la Universidad Externado, Ex-analista de deuda del Ministerio de Hacienda. Asesor y consultor en modelación macroeconómica.