Durante los años que pertenecí al Congreso de la República siempre tuve claro lo que significaba ser Liberal, lo que representaba pertenecer al glorioso Partido Liberal Colombiano. Así, convencido por su historia que durante siglos propuso las reformas sociales más importantes del país, con una ideología que dice defender a los más vulnerables, a víctimas y minorías, a los que el Estado siempre olvida ni atiende sus necesidades básicas. Desafortunadamente ese partido que fue el mío, el de mis padres y abuelos, hoy perdió su rumbo.
Siempre trabajé un recambio generacional del partido, porque sin renovación los partidos son incapaces de cumplir su función democrática de interpretar a la sociedad. Varias veces reclamé la inclusión de las nuevas generaciones, con ideas renovadoras, con actitudes de liderazgo y vocación de servicio en lo público. Sin embargo, el tiempo paso y los dirigentes no accedieron a este cambio, al no permitir un balance entre la experiencia y la juventud. El Partido Liberal se convirtió en un partido neoconservador.
Por estos motivos, los avales, herramienta fundamental para participar en cualquier elección popular, continuaron en cabeza de la dirección, cooptada por los mismos cacicazgos de siempre. De esta manera, se le cerraron las puertas a muchos jóvenes que, a pesar de sus aptitudes, no lograron ninguna clase de participación en la contienda política, con la natural frustración de ser sistemáticamente ignorados y maltratados en el Partido.
Después de tomar varias equivocadas decisiones, como hacer una consulta popular en frío, de baja participación, a un costo de 40 mil millones de pesos, el Partido Liberal sufrió una derrota histórica, y en contra de todos sus principios, decidió apoyar al candidato uribista del Centro Democrático para la segunda vuelta, la antítesis de todos los valores, principios y causas liberales.
Triste y dolorosamente creo que el partido, a pesar de declararse independiente del Gobierno, no representa al liberalismo ni el talante de lo que significa ser liberal. Creyendo firmemente que en la política si puede haber un cambio, que a los partidos se pueden vincular nuevos miembros, con vocación de servicio, bien preparados y con deseos de luchar por la justicia social y por los más débiles, presento mi renuncia irrevocable al Partido Liberal Colombiano, el cual espero que, algún día, recupere sus principios y valores esenciales que inspiraron esperanza en Colombia.