Esta semana hubo elecciones anticipadas en Inglaterra y este domingo la primera vuelta de las elecciones parlamentarias en Francia. Las elecciones en los tiempos actuales, en que la fidelidad partidista del pasado esta bastante debilitada y donde parecen ser los hechos de coyuntura y los liderazgos políticos los que determinan el comportamiento de los votantes, tendremos cambios políticos en ambos países e impactos en Europa en su conjunto.
En Inglaterra, la Primera Ministra Theresa May, ganó y perdió. Ganó porque su partido político, el Conservador, fue el más votado, pero perdió la mayoría absoluta en el Parlamento, con lo cual quedó debilitada para conducir la transición hacia la salida de su país de la Unión Europea, pero también para conducir la política antiterrorista frente a los hechos de violencia indiscriminada de los grupos o individuos, influidos por los discursos radicales de grupos como Isis, Al Qaeda o similares, que además, hay que decirlo, cada vez parecen haber perdido cualquier tipo de norte -si es que lo hubo- en su uso de la violencia; ahora empezaron a usarla también contra los considerados sus aliados, como es el caso de Iran, para resolver diferencias político-religiosas.
La señora May tendría tres escenarios posibles, uno, hacerse a un lado y que su partido Conservador nombre otro líder que busque construir un Gobierno con más aliados políticos; dos, seguir al frente de un gobierno, sin mayoría absoluta y con una gran debilidad, o un tercero, poco probable, buscar una gran coalición con los Laboristas al estilo de Angela Merkel y con un Gobierno fuerte liderar la transición de la salida de la Unión Europea y la lucha antiterrorista.
En las elecciones de Francia todos esperan un triunfo de Emmanuel Macron y su partido político, LRM (la Republica en Marcha), por la atracción que genera el nuevo Presidente francés, que entre otras logró, de entrada, subir el optimismo de los franceses; pero la situación no es tan clara, porque dependerá mucho de cada candidato y su influencia en su circunscripción y adicionalmente allí pesa un poco más el aparato político de los partidos, a pesar de la poca credibilidad de los tradicionales: al Partido Socialista -se le pronostica no más del 10%-, el derechista Republicano -con un pronóstico del 20%-, el del Frente Nacional de la señora Le Pen -se estima un 18% sus votantes-, o el de la izquierda de Melechon, Francia Insumisa -no se le da más de un 12%. Al partido centrista del Presidente Macron se le atribuye un 30% de votantes. Pero la definición fundamental se hará en la segunda vuelta donde se darán alianzas en algunas circunscripciones y en otras puede influir el prestigio del Presidente y su actitud pragmática sobre sus candidatos, arrastrando votos o de izquierda o de derecha, dependiendo de las circunstancias.
Esto podría debilitar el régimen político parlamentario en la medida en que un líder, el Presidente Macron, controlaría no sólo el ejecutivo, sino el Parlamento, llevando a que sea la oposición extra parlamentaria, la de la calle, la que tome el protagonismo; pero es una posibilidad muy alta.
Como vemos, en Inglaterra sigue existiendo un peso importante de los partidos políticos en la opinión ciudadana; en Francia, por el contrario, está entrando en un proceso acentuado de crisis partidista y recomposición del sistema de partidos políticos.