El 2022 acaba de empezar y ya tenemos uno de los más fuertes impactos económicos en el bolsillo de los colombianos. Se trata de la inflación acumulada de 2021, la cual llegó al 5.62% y es la más alta de los últimos cinco años. Como si fuera poco, las mayores subidas de precios estuvieron en los alimentos, pues la inflación de estos productos llegó al 17.23%. Es decir, millones de madres y padres de familia están viendo cómo, cada día, les alcanza para comprar menos comida para sus hijos. Además, debido a que son los hogares de menos recursos los que más consumen productos de la canasta básica familiar, reciben directamente el golpe de una inflación que se ha convertido en un “impuesto” perverso. Por lo que, en términos prácticos, es menos la leche, la carne, el pan o los huevos que se pueden llevar a la casa. Debido a esto, no podemos darnos el lujo de dejar que la inflación siga rampante en Colombia, hay que enfrentarla ya.
Ante este panorama, propongo que actuemos de manera decidida. En el corto plazo hay que garantizar que la suspensión de los aranceles a los insumos agropecuarios se refleje en una disminución real de los precios de los alimentos. Aunque el gobierno nacional decidió hace poco suspender los aranceles a estos productos, la medida llegó tarde y es vital que esto vaya acompañado de un fuerte proceso de mejoramiento de las condiciones de transporte y de logística portuaria, aeroportuaria y terrestre. Sin esto, lo que se puede generar es que aumenten los costos del transporte y que, así se hayan suspendido los aranceles a los insumos agropecuarios, la reducción de los costos no sea la esperada.
Por otro lado, Colombia está en mora de una política seria que incentive económica y científicamente la producción de insumos agropecuarios locales de alta calidad y nosotros vamos a hacerla realidad. Sólo así no estaremos dependiendo de la importación de estos productos, como pasa hoy. Y, sin duda, la piedra angular para que los alimentos en Colombia no sigan subiendo de precios, desbordadamente, es que tengamos una reforma rural sostenible que formalice la tierra de los campesinos y los asocie en cooperativas con tecnología y créditos blandos, actualice los impuestos a la tierra, sobre todo de los que más tienen, y construya infraestructura social (vías terciarias, distritos de riego, acueductos) para mejorar la productividad agropecuaria.
Por último, es hora de que dejemos de creer en mentiras como las de algunos candidatos que quieren solucionar todo imprimiendo billetes, pues esto hará será que la inflación sea imposible de detener.