La especulación es un recurso utilizado en muchas actividades y claro puede tener muchas intencionalidades, por parte de quien las realiza y de quien las difunde. En Colombia tenemos en los últimos tiempos una gran cantidad de especulaciones sobre un tema muy sensible -muy vendedor, dirán los mercadotecnistas-, el de la guerra y la paz, y en ocasiones se presentan, en el ámbito de los comunicadores y algunos analistas, como ‘confidenciales’, ‘secretos’, ‘alertas’ o ‘chivas’.
A vía de ejemplo podemos mencionar algunos. Quizá por desconocimiento o por omisión deliberada, se ‘olvida’ que construir un proyecto insurgente como las FARC o el ELN no es una tarea que se hace de una semana para otra, eso le conllevó a sus fundadores medio siglo de avances y retrocesos y contar con líderes de la talla de Manuel Marulanda, Jacobo Arenas y Jorge Briceño en el primer caso, o Fabio Vásquez Castaño, Manuel Perez y Nicolás Rodríguez Bautista (Gabino) en el segundo; y a pesar de ello, no lograron en todo ese trajinar, ser una amenaza estratégica contundente para el Estado y su Fuerza Pública; si propiciarle daños a la sociedad y algunos ‘golpes militares’ a la Fuerza Pública. Un proyecto insurgente no se improvisa, ni se logra estructurar a las volandas.
El Acuerdo para la terminación del conflicto armado con las FARC, conllevó un desmonte de la infraestructura militar, un desarme de sus efectivos y la decisión política de la amplísima mayoría de sus miembros, de empezar a transitar el camino de la construcción de paz, como se evidencia en los miles de excombatientes que en los Espacios Territoriales de Reincorporación o en proyectos grupales y/o familiares, avanzan en su camino de reincorporación, con dificultades e incumplimientos si, pero con la decisión de dejar atrás las armas como instrumento para hacer política. Reconstruir el proyecto militar de las FARC es una tarea casi imposible y con seguridad el ELN no se involucraría en eso, porque siempre fueron dos organizaciones distintas, respetuosas cada una de la otra.
No se quiere analizar en detalle, que todo proceso de terminación de este tipo de conflictos armados, siempre deja pequeños porcentajes de disidencias -algunos se dedicarán a actividades delincuenciales, otros descontentos quizá por algunos aspectos de los acuerdos intentarán persistir en su lucha, pero claramente sin ningún futuro-. En el caso de FARC, con excepción del grupo liderado por Gentil Duarte en el Guaviare -dirigente con raíces indígenas-, quien abandona el proceso por descontento con aspectos del Acuerdo en lo relacionado con la sustitución de cultivos ilícitos y algunos otros dirigentes de nivel medio con preocupaciones válidas, en otros casos se trata de grupos ligados a la actividad del narcotrafico. Si hubiera una preocupación sería, del pasado o del actual gobierno, para buscar resolver esos problemas, se intentaría re-contactar a estos pequeños grupos y buscar alternativas que permitan superar las dificultades. En otros casos es una tarea que corresponde a la Fuerza Pública enfrentarla.
El caso de Jesus Santrich igualmente se ha sobredimensionado; hasta el momento lo único real es que abandonó el esquema de seguridad que le había suministrado la UNP y no sabemos donde se encuentra -no está fugitivo, porque el no tiene prohibida su movilidad, ni tiene orden de captura-; esperemos a ver si se presenta al compromiso judicial que tiene con la Corte Suprema el 9 de julio. Luego podemos aventurar otras especulaciones. Pero el proceso de construcción de paz es mucho más que la decisión de una persona, son los miles de dirigentes y excombatientes que están cumpliendo con lo acordado y a los que debemos apoyar y acompañar para que su tránsito de los armas a la política concluya positivamente.