Pasado el primer mes de gobierno es muy temprano para hacer balances de fondo sobre un Gobierno, pero sí es un pretexto para formular unas primeras valoraciones acerca de cómo inició su gestión el Presidente Duque. Especialmente tratándose de un Presidente joven y sin una larga trayectoria, por supuesto, en la política nacional: un periodo en el Senado, un tiempo como funcionario internacional y lejanas actividades juveniles con el partido de sus ancestros, el Liberal.
El discurso de posesión fue una primera sorpresa positiva: un llamado a superar las polarizaciones y a construir lo que denominó genéricamente un ‘Pacto por Colombia’, que más allá de si se materializa, generó un ambiente distinto; el nombramiento de su gabinete presidencial fue su segunda sorpresa positiva, escogió los funcionarios que a su criterio eran los más capacitados en cada campo y sin ser la tradicional consulta con los partidos o jefes políticos; igual sucedió con sus consejeros presidenciales; en lo anterior seguramente incidió su coequipera, la vicepresidenta Marta Lucia Ramírez, una líder que ha tratado de hacer política de una manera distinta y quien ha insistido que una cosa es el Gobierno y otra las opiniones de los partidos políticos que los apoyan. Igualmente la decisión de no entrar en componendas con el Congreso, donde se transaban tradicionalmente las decisiones públicas y no buscar incidir en decisiones del legislativo como la elección del Contralor, muestran un talante distinto. Igualmente lo fue su apoyo a la consulta anticorrupción, pese a la posición de dirigentes de su partido y la convocatoria posterior a la Casa de Nariño a todas las fuerzas políticas para empezar a construir unos acuerdos alrededor de iniciativas de lucha contra la corrupción.
Por supuesto ha retomado una herencia del gobierno del Presidente Uribe que en su momento le fue de gran utilidad: realizar unos talleres semanales en distintos municipios del país para entrar en contacto más directo con los ciudadanos y claro, algunas de sus medidas de política tienen ese talante conservador que refleja la coalición que lo eligió Presidente, como la de poner a los policías a decomisar dosis personales de marihuana a quienes la estén consumiendo en sitios públicos.
Inicialmente algunos de sus ministros empezaron a lanzar iniciativas de política, que luego recogieron diciendo que eran más personales que del gobierno, especialmente Hacienda y Defensa, que generaron controversias innecesarias y le costaron algunos puntos de imagen negativa al Presidente. En este campo todo indica que es mejor esas discusiones se den primero internamente y al anunciarlas que sean iniciativas del gobierno.
En relación con el tema de la implementación de los acuerdos de paz ha expresado su voluntad de cumplirle a la base exguerrillera, pero al tiempo se ha aducido problemas de orden presupuestal, por la herencia desfinanciada del anterior gobierno; veremos que tanto se inicia un cambio en el ritmo y la dinámica de esa ejecución; sin embargo, el mensaje para los mandos medios y dirigentes parece ser equívoco y pueden ser un factor de incertidumbre para ellos, con todo lo que eso puede implicar. En relación con la Mesa del ELN, parece estar dando un margen de tiempo para que liberen los secuestrados y así dar a conocer la decisión de la evaluación de la misma y una eventual continuidad, que sin duda conllevaría ajustes de procedimiento y contenido.
Una herencia negativa: el asesinato de líderes sociales, sigue sin tener una respuesta efectiva.