La debilidad de la democracia que es la nueva realidad mundial, hace perder confianza en la institucionalidad democrática, pero lo peor es que la propia institucionalidad se encarga de deslegitimarla y de fragilizar aún más el Estado, y en este sentido tenemos el ejemplo perfecto que es la actual propuesta de reforma tributaria.
El empoderamiento de la opinión pública apto para participar, cimentar y ratificar un debate político frente a la reforma tributaria no es tenido en cuenta por el gobierno Duque, lo cual debilita la creación del tejido mediático y acaba con la armonía social.
Para nadie es un secreto que la famosa reforma tributaria pretende acabar con la clase media quien es la que sostiene un Estado en el mundo entero y en particular en Colombia, además de que viola todos los principios de un Estado Social de Derecho.
Llamar social y solidaria una reforma tributaria en la que pretenden cobrar el 19% a los servicios públicos como el agua, la energía y el gas, cuando el brindar estos servicios son parte de las obligaciones del Estado, y por tales no ameritan un cobro tan escandaloso que por cierto son de mala calidad e inexistentes en muchas regiones del país.
Querer gravar con el 19% los servicios de internet, es matar la posibilidad de que muchos de los jóvenes que estudian en la virtualidad no puedan continuar haciéndolo, pues los costos son exuberantes y es además, un apoyo al monopolio de algunas empresas del sector, que por cierto, es una práctica ilegal.
Ponerle IVA del 19% a los servicios funerarios, postales y de mensajería así como a la compra y venta de divisas es estrangular a las empresas, a los colombianos y en particular a la clase menos favorecida que no tendrán ya la oportunidad de enterrar a sus muertos.
Parece que es un chiste o una fábula para niños cuando hablamos del servicio de correo en Colombia, pues este no funciona, es más atrasado y más costoso que los que se prestan en el África por ejemplo.
Estas relaciones fiscales y económicas entre el Estado y sus gobernados fomentan la violencia, la miseria y destruye cualquier posibilidad de vínculo estructural que permita una cohesión social y en particular la solidez de las instituciones mediadas por la participación fluida de la opinión pública en doble vía.
Es una reforma cínica que aumenta la inequidad social, insulta la inteligencia del ser humano y que confirma que los intereses de este gobierno tienden a favorecer a unos pocos, pues uno se pregunta, ¿por qué graban el agua y no las gaseosas o las bebidas azucaradas?
Pero como si fuera poco, la reforma afecta las pensiones de los colombianos que por cierto no sube mucho anualmente. En resumen, tenemos un gobierno que pretende acabar con el Estado y con la nación colombiana convirtiéndola en miserables.
Las acciones del gobierno Duque no guardan una relación equitativa entre el fortalecimiento de la institucionalidad y la respuesta que le debe dar a sus connacionales para que tengan una mejor calidad de vida y puedan responder a las necesidades de todo un conglomerado social.
Veamos otro tema: la aspersión aérea con glifosato, es otra monstruosidad tan absurda como la reforma tributaria. El propio ministro de salud en declaraciones dadas en tiempos pasados aseveró que no se podía utilizar el glifosato porque produce cáncer y graves daños a los ecosistemas, pero a pesar de ello se va hacer. ¿Dónde está el interés nacional? ¿ En qué queda el compromiso del Estado para ayudar a combatir el calentamiento climático, y conservar los ecosistemas?.
Esa doble moral de los funcionarios del Estado, destruyen aún más la ya fragilizada democracia que existe en el mundo y en particular en nuestro país.
El mensaje que nos deja este gobierno, es que no importa acabar con el Estado, con su democracia y con su nación, si se debe responder a los intereses de unos pocos que son quienes realmente gobiernan; es decir, el poder detrás del poder. Se les olvida que el poder es solo una herramienta de la política como arte de gobernar que se pone en servicio del bien común de un conglomerado social, y no para usarse y apropiarse de él en contra de los principios de lo que significa un Estado Social de Derecho como lo es Colombia.
Si seguimos así, ni siquiera los colombianos vamos a tener dinero para enterrar la democracia porque el costo del mismo, será imposible de pagarlo. ¿Será que los que la mataron podrán pagarla? Esperamos que los congresistas por una vez en la vida no se dejen comprar con la mermelada del gobierno que al parecer anda rifando a cambio de la aprobación de la famosa reforma tributaria. De ser así, se estarían comiendo la manzana envenenada.