No hay duda que el tema de la paz no ha aparecido como central en el debate presidencial, pero sí ha estado en el trasfondo. Esta semana en un evento de la Alianza de Universidades por la Paz, académicos de las universidades (Rosario, Nacional, Andes, Javeriana, Externado) lo abordaron desde sus lecturas propias, es decir con puntos de vista distintos y valoraciones diversas, pero siempre respetuosas del otro.
Algunas de las ideas centrales que quiero compartir con los lectores fueron:
El Estado colombiano ha sido históricamente débil y nunca ha hecho presencia en el conjunto del territorio. Ningún otro país latinoamericano ha estado atravesado por tantas y diversas violencias. Todo ello ha llevado a contar con una democracia formal y Gobierno débiles porque no pueden apoyarse en el Estado. Por eso no hay institucionalidad estatal para ocupar los territorios dejados por las FARC.
El modelo de justicia transicional se ha venido complejizando (Justicia Especial para la Paz, Comisión Especial Verdad, Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas, Reparación), pero la garantía de no repetición depende del cumplimiento de todos los puntos del Acuerdo.
Este Acuerdo con FARC no ha contado con un sujeto político que lo defienda, por cuanto esa organización tenía un prestigio muy bajo en la sociedad, un liderazgo que mostró ser limitado y sin capacidad de construir alianzas con otros sectores. No hubo proyecto político a favor del Acuerdo y lo que éste significaba. El Acuerdo, que en su gran mayoría es para beneficiar a las poblaciones de los territorios periféricos, tampoco ha tenido defensores en estos espacios y pareciera ser más una especie de ‘reformismo por arriba’, muy de la tradición política colombiana. Pero, ningún proceso de paz a los seis meses es exitoso.
A esto se suma la ineficiencia del Gobierno en la implementación del Acuerdo y como lo agrario, que parece ser el tema de preocupación y expectativa en las regiones, no parece tener un ejecutor claro al respecto, con un Ministerio de Agricultura que se reformó creando tres unidades administrativas, pero que parecen más superintendencias sin capacidad de ejecución, lo cual lo lleva a una tercerización. Los próximos cuatro años definirán el rumbo del proceso de paz.
La actual coyuntura política tiene rasgos nuevos pero con el peso de la continuidad de largo plazo, sintetizada en la expresión ‘orden y violencia’; no es claro si estamos terminando el actual ciclo de violencia o dando inicio a otro nuevo, en el cual el asesinato de líderes sociales y excombatientes de FARC podría ser los primeros síntomas.
Cualquier escenario con Duque y Petro es de polarización (alrededor de temas como modificar el Acuerdo con FARC) y esto se refleja en una división regional del voto similar a la del 2014, pese a que la mayoría de los colombianos se identifican como de centro. Cualquiera que gane va a tener que pasar por acuerdos con las fuerzas políticas en el Congreso para lograr gobernabilidad.
Hay incomprensión y frustración en la sociedad en las conversaciones con el ELN, pero también hay avances que nunca se habían dado (el cese bilateral, una agenda compleja), pero es indudable que las dificultades en el proceso con FARC afectan el proceso con el ELN. Sin embargo hay opiniones menos escépticas frente al proceso con el ELN, que las existentes cuando inició el proceso con FARC, pero a la gente no le gusta negociaciones largas.