La pandemia que estamos viviendo y cuyo desarrollo todo indica continuará creciendo, ha generado una gran cantidad de comportamientos, que mezclados con las posiciones políticas generan desde preocupación, hasta una risita irónica.
Muchos han dicho que existen tres grandes comportamientos de los ciudadanos en las diferentes sociedades. Uno, el de los que orientan su acción exclusivamente por el miedo que los medios y la desinformación les han inculcado, serían aquellos que están de acuerdo y pueden estar en total aislamiento; se considera que es el grupo que apoya y está de acuerdo con las decisiones de los gobiernos de aislamientos severos, pero que adicionalmente mira las posibilidades de una nueva apertura con suspicacia; no hay duda que las tensiones de la mayoría de los gobiernos entre morigerar la expansión de los contagios y las presiones de los sectores empresariales por reactivar la economía, afectan y afectarán a este grupo. Dos, el grupo que se sitúa en el otro extremo, consideran que hay una exageración de los gobiernos y de los organismos internacionales para manipular las sociedades –esto lo fundamentan en las decisiones de corte autoritario basadas en las ‘medidas de excepción’ que los poderes ejecutivos han tomado para el manejo de la misma, con escasos controles-; incluyendo aquellos que paradójicamente, aunque sean radicales de izquierda coinciden con posiciones de populistas de derecha como Jair Bolsonaro y compañía, que dicen que eso del Covid-19 es una invención –algunos llegan a decir que eso no existe o como dice el brasilero que es una ‘gripita’-; allí escuchamos argumentos como los que dicen que es una ‘conspiración’ del capitalismo global, pero también sólidas explicaciones acerca de la gran franja de población que vive en la informalidad y en rebusque cotidiano. Tres, el grupo de los indiferentes quienes finalmente consideran que los sucesos están fuera de su control y simplemente esperan las decisiones de los gobernantes o el comportamiento de sus opositores –activos o pasivos- para ver qué deben ellos hacer.
No hay duda que el panorama anterior se va a reflejar en las medidas y decisiones para ir recuperando la ‘nueva normalidad’ que puede ser muy similar o peor a la anterior. Sin duda, tanto el sector económico, pero también ciertos radicales de izquierda –por razones diversas, claro- consideran que se debe reanudar rápidamente toda la actividad productiva; esto es algo que no tiene discusión, el problema es el ritmo al cual se va a hacer ese proceso de recuperación –todos los gobiernos hablan de la necesidad de la gradualidad, aunque en la realidad las presiones llevan a que se precipite el proceso y el riesgo es cuánto costo en vidas se puede terminar pagando-; pero igual hay otros sectores de la actividad que deben normalizarse, como la educación, el turismo, el transporte, para sólo mencionar algunos. Cada uno de ellos tiene sus propias complejidades. La educación, por ejemplo, debe buscar compaginar el retorno a la presencialidad con los riesgos de las aglomeraciones propias de grandes grupos y por supuesto, también como incorporar con progresividad las herramientas de enseñanza remota –especialmente en programas de posgrado-. El turismo y el transporte son fundamentales para la economía y especialmente por la generación de empleo que conllevan, pero igualmente allí se plantea la dificultad del manejo de aglomeraciones y de personas provenientes de muy diversa y desconocida procedencia.
No hay duda, debemos avanzar hacia esa incierta ‘nueva normalidad’, debemos reactivar la economía y especialmente el empleo y posibilitar que esa gran franja de población que vive al día pueda volver a buscar su subsistencia. Otras reformas cuya necesidad se evidenció, serán tareas de mediano plazo.