La coalición de la Esperanza nació como una alternativa para purificar la política y con opciones sociales, que es lo que tanto requiere el país.
Una alianza con liderazgos específicos unidos por una misma finalidad. A este grupo se acogieron posteriormente Íngrid Betancourt y Alejandro Gaviria quienes aceptaron unas reglas de juego definidas.
Lastimosamente aparecieron los egos y los protagonismos, además de los intereses personalistas. Íngrid Betancourt hizo tolda aparte, se divorció de la coalición dando un ultimátum que independientemente de las razones que lo justifican dado el obrar de Alejandro Gaviria, quiso dar lecciones de moral, y trató a sus colegas como el dictador que da su notificación intimidatoria.
Lo que no parece elegante ni ético es que a estas alturas la Sra. Betancourt quiera meter a todos los candidatos de esta coalición en una misma bolsa como si todos fueran Alejandro Gaviria, diciéndoles a los colombianos que no voten por ella, desconociendo que es una opción válida.
Como si fuera poco, a Alejandro Gaviria se le olvidaron las reglas del juego y, contagiándose de las salidas olímpicas que utilizan algunos políticos, de jugar al tonto o decir que no sabían, ha venido aceptando alianzas con personajes que, según los medios de prensa, han estado vinculados en eventos de corrupción o de clientelismo o gamonalismo que no compaginan con el grupo de Centro Esperanza.
Hay que tener altura cuando se está entre colegas de una misma coalición y en debates televisivos, pues si bien cada uno tiene sus puntos de vista, estos deberían sacarse a la luz pública con altura y señorío sin entrar en ofensas poco elegantes que en lugar de sumar, restan.
Con el respeto que se merecen estos dos personajes, parecería que su llegada a la Centro Esperanza en lugar de haber sido positiva, ha sido la manzana de la discordia que algunos han querido aprovechar para desprestigiar a unos candidatos que han querido mantener la ética de lo acordado y que no desmerecen en nada.
Algunos colombianos comentan que la Sra. Betancourt sigue siendo la misma conflictiva y arrogante, y que al Sr. Gaviria se le ha venido conociendo por sacar las uñas del clientelismo y de la maquinaria que tienen sumida a Colombia en la desgracia que debilita la democracia y a los partidos políticos.
En lugar de dar semejante show, estos dos protagonistas deberían debatir con altura para que los colombianos veamos que alguien comienza a cambiar el estilo ruin de la política y escucháramos propuestas y estrategias para sacar al país de la crisis de seguridad social y política en la que se encuentra, y no para ventilar los trapos sucios como en telenovela de segunda categoría que en nada nos beneficia y, por el contrario, aumenta el populismo que es el gran enemigo que tiene el país.