Wades Davis en su maravilloso libro, “Magdalena, Río de Sueños” explica cómo el pasado, el presente y el futuro de Colombia están, inexorablemente, atados al río grande. Un majestuoso cuerpo de agua que ha sido abusado, abandonado y golpeado por la deforestación y la contaminación, además de tener que haber sufrido décadas de gobiernos muy cortos de entendimiento sobre la importancia de su existencia para todo el pueblo colombiano. Ya no podemos seguir postergando el revivir al río más importante de nuestro país. Por ello, mi propuesta no es sólo garantizar la navegabilidad del río o el acceso permanente y confiable al puerto de Barranquilla, es recuperar el río desde sus fuentes hasta su desembocadura. El Caribe y el país entero deben tener algo muy en cuenta y es que el desarrollo de Colombia nunca será pleno si no salvamos el río Magdalena.
La salvación de la cuenca del río Magdalena y garantizar el acceso al puerto de Barranquilla van totalmente de la mano. No basta con comprometernos a defender el canal de acceso al puerto con la profundidad necesaria para que sea eficiente y atractivo para las navieras, compromiso que asumimos, si no ponemos en marcha, simultáneamente y en paralelo, el plan “Salvar el Magdalena”. Un plan a diez años con la financiación y las acciones institucionales garantizadas que permitan la recuperación ambiental, la redención social y la recuperación económica del río madre de Colombia.
Igualmente, no basta con poner en marcha las inversiones para la navegabilidad desde Barrancabermeja hasta Bocas de Ceniza -programa con el que estamos comprometidos- si no frenamos la destrucción ambiental y la contaminación río arriba, si no preservamos esta esencial vía fluvial desde el estrecho del Magdalena hasta la “Puerta de Oro de Colombia”.
Colombia no puede seguir viviendo de espaldas al agua y a sus ríos. Este ha sido uno de los principales errores que, reforzado por los gobiernos, nos ha llevado a tener bajos niveles de desarrollo territorial. Es decir, si queremos ser un país con desarrollo regional real, en el que las comunidades tengan acceso a procesos productivos sostenibles para vivir dignamente, nuestros ríos deben estar en el centro, junto con nuestros mares, de la política de desarrollo nacional y así lo haremos.