La pandemia del Covid-19 introdujo una serie de cambios en nuestras vidas cotidianas, que es posible en algunos casos que afecten los comportamientos permanentes, en otros, será solamente mientras nos dure el miedo que nos generó la pandemia.
Al inicio aquello que más nos impactó fue el miedo a ser contagiado por un virus desconocido, del cual se decía que poco se conocía y que por consiguiente no tenían ningún tipo de vacuna o tratamiento aceptado. Esto nos llevó a rehuir el contacto con el otro, visto como un posible portador del virus. Este tipo de predisposición hacia el otro es probable que se mantendrá hasta tanto no haya una vacuna o un tratamiento válido.
El encierro o la cuarentena para algunos fue algo realmente muy duro, casi traumático, otros seguramente lo vivieron con mayor tranquilidad; pero con seguridad para todos fue una experiencia compleja –convivir con su familia las veinticuatro horas del día y la imposibilidad de salir a la calle cuando se deseara-, con sensaciones que van desde lo traumático hasta lo enriquecedor. Es probable que una de las enseñanzas sea que diferenciar espacios para adelantar la vida –laboral, familiar, de encuentro de amigos-, es fundamental para mantener un equilibrio adecuado de las personas. Pero también a muchos puede generarles, así sea temporalmente, algunas fobias al encierro.
En relación con el trabajo y la educación, se generaron nuevas formas, improvisadas, de afrontarlo. Algunos llamaron esto ‘teletrabajo’ o educación ‘virtualizada’, expresiones ambas seguramente no muy precisas. No se trató en la mayoría de los casos, de ‘teletrabajo’ sino de trabajo en casa, casi siempre sin las condiciones adecuadas ni de lugar, ni de equipos de trabajo, para que esto se diera positivamente. En el caso de la educación lo que se dio no fue educación ‘virtualizada’, sino modalidades de enseñanza remota, donde tanto profesores como estudiantes, hicieron un gran esfuerzo para adecuarse a la misma y tratar de salvar el semestre de la mejor manera posible –esto con mayores dificultades en la educación pública-.
Qué tanto de esas modalidades de trabajo en casa o ‘teletrabajo’ se consolide de manera permanente, sin menoscabar las condiciones laborales, está por verse. Igual en el campo de la educación, es posible que estas nuevas modalidades de enseñanza remota puedan, por lo menos parcialmente, incorporarse en las pedagogías de enseñanza, sabiendo que en la educación es fundamental el contacto directo profesor-alumno y las interacciones que esto conlleva.
Lo que si no cambio fue la arremetida de las llamadas ‘fuerzas oscuras’ contra los líderes sociales y contra los excombatientes de las FARC. Es claro que los grupos criminales, ni en condiciones de normalidad ni en las de la pandemia, van a pedir permiso para cometer sus delitos, como lo insinuó alguna Ministra. Por supuesto que proteger a los líderes sociales y los excombatientes, no es un tema de brigadas y batallones que saturen unos territorios; esta es una tarea en lo fundamental de inteligencia (para eso es que se debe usar la inteligencia militar y policial y no para andas chuzando a ciudadanos críticos del régimen), de unidades especiales que busquen infiltrar a estos grupos criminales y capturarlos; por supuesto si hay la decisión política de hacerlo, sino siempre habrá la justificación o el argumento para decir que fue una disputa familiar, un lío de faldas, o un ajuste de cuentas. Creo que a los colombianos nos gustaría más que descendiera sensiblemente esas cifras de asesinatos, que conocer a posteriori a quién le atribuyen este o aquel crimen, contra ese importante capital social que son los líderes sociales.