Al cumplirse el primer año de la firma del Acuerdo de terminación del conflicto armado en el Teatro Colon, quiero compartir con los lectores las impresiones vividas en todo este tiempo, por colegas universitarios interesado en ayudar a esta tarea.
De tiempo atrás y en diversos gobiernos, sin importar el signo político, un grupo de colegas habíamos intentando ayudar a que este prolongado enfrentamiento armado, terminara de manera honorable y permitiera que el país comenzará a vivir otro periodo de su historia. Por ello fue una gran alegría conocer que formalmente se iniciaban en 2012 las conversaciones entre Gobierno y FARC.
Casi de inmediato con el Profesor Ignacio Mantilla, Rector de la Universidad Nacional, coincidimos en la importancia de crear un Centro de Pensamiento que acompañará este esfuerzo que se iniciaba y así lo hicimos, convocando a los colegas que habían estado trabajando en sus investigaciones y actividad académica en estos temas en los últimos años. Luego la Mesa de Conversaciones de La Habana nos solicitó organizar, junto con la ONU, los foros de participación ciudadana y posteriormente la compleja tarea de escoger y acompañará las cinco delegaciones de victimas, junto con la ONU y la Conferencia Episcopal Colombiana. En todas las tareas ayudamos con rigor académico y entusiasmo; aprendimos colectivamente todos los días. También vivimos las tensiones de las conversaciones, pero siempre con la decisión de ayudar a superarlas.
Posterior a la firma del Acuerdo, realizamos el Censo socioeconómico de los miembros de las FARC, como lo establecía el Acuerdo. Y durante el periodo de las conversaciones adelantamos tareas de análisis, debate, controversia y especialmente de pedagogía de paz, acerca de la importancia de cerrar ese ciclo de nuestra historia reciente; también lo hemos seguido haciendo en este año de inicio de implementación del Acuerdo.
No hay duda que la implementación avanza, no con el ritmo que quisiéramos los más entusiastas, pero tampoco estamos en un momento catastrófico de la misma. Se han dado desarrollos positivos en cuanto a reincorporación de los miembros de las FARC, a la implementación normativa y en la implementación territorial, pero podíamos ir mejor y hay que presionar para que aumente el ritmo y el compromiso político en ese sentido. Los colombianos, especialmente quienes habitan en los territorios donde el conflicto armado fue más intenso, reconocen los palpables beneficios que la terminación de los enfrentamientos han producido -también el cese bilateral con el ELN-. Hay preocupaciones con la seguridad de los líderes sociales y los excombatientes en los territorios y con la necesidad de que el Estado esté presente allí, e igualmente que el sector privado invierta para beneficio del desarrollo.
No podemos decir que estamos completamente satisfechos; si contentos con el aporte que desde la UN hemos hecho, pero convencidos que podemos hacer más y lo vamos a hacer, porque es un compromiso con el país. Igualmente estamos dispuestos a colaborar con todo entusiasmo y capacidad academica en el proceso entre Gobierno-ELN, si las dos partes así nos lo solicitan.
Somos conscientes qué hay sectores de la sociedad que no comparten el contenido de aspectos del Acuerdo, que tienen entendible dolores y resentimientos que este largo conflicto ha producido, pero tenemos la certeza que así como superamos otros periodos de enfrentamientos – el de liberales contra conservadores-, igualmente lo lograremos progresivamente en los próximos años.