¡Donald Trump no para de sorprendernos! El Presidente del país más poderoso del mundo, se caracteriza por ser una persona errática, contradictoria e irrespetuosa de las normas de su país. El arquetipo del “bully” que esta semana ha visto el infierno representado por la “traición” de sus más cercanos colaboradores. En poco más de 3 años entre la campaña electoral y lo que va de su gobierno, ha sido protagonista de varios escándalos como pagos a prostitutas y acuerdos bajo la mesa con Rusia, archienemigo de los Estados Unidos.
Ahora enfrenta una nueva tormenta, su abogado admitió haber pagado a dos mujeres para callarlas por supuestamente haber tenido relaciones con el entonces candidato. Cohen involucró a Trump como autor intelectual y según el fiscal del caso, si bien en un principio eran dineros privados, luego trataron de ser reembolsados con facturas falsas a la campaña, lo que constituye un delito electoral.
En este enrarecido ambiente, se pensó iniciar un proceso de destitución o impeachment por parte de los congresistas demócratas pero los parlamentarios, preocupados por las elecciones definitivas que se avecinan, no saben cómo actuar en plena campaña electoral. En el mes de noviembre se llevarán a cabo elecciones en Estados Unidos y un juicio político, irónicamente, por el alto grado de polarización que vive el país y la fortaleza de sus bases, implicaría que los republicanos puedan arrasar y quitarle representatividad a los demócratas.
De esta manera, parece ser que los Presidentes adquieren “súperpoderes” gracias al cargo que ostentan, lo que les garantiza impunidad frente a cualquier conducta inmoral o ilegal que realicen. Así, se debe señalar, que a pesar de que Estados Unidos tiene instituciones sólidas y aparentemente incorruptibles, Trump las reduce a declaraciones desafiantes como la que hizo recientemente en una entrevista para Fox diciendo que “si alguna vez me juzgaran, creo que el mercado colapsaría, creo que todos serían muy pobres”.
Lo anterior, demuestra que juzgar al dirigente de un país es complicado en la medida que son conscientes de la injerencia que tienen para poner en jaque a las instituciones a través de afirmaciones vagas que infunden miedo o cabalgan sobre el populismo. Trump con el agua al cuello, como lo plasmó la revista Time en su última portada, puede fácilmente ceder a la tentación histórica de gobiernos estadounidenses y que recrea la serie ‘House of Cards’: para resolver una crisis doméstica, distraer la atención y estimular el populismo nacionalista, la mejor receta es inventarse un enemigo para después hacerle la guerra. Tal vez a la periodista, que le preguntó a John Bolton en Europa si no pensaba que la principal amenaza a la seguridad de su país era el propio Trump, no le falte razón.