Era noviembre de 2014 y el Presidente Nicolás Maduro en cadena nacional televisada decidió notificar al pueblo la siguiente y trascendente noticia: el gobierno a través de un decreto impondría el precio de venta en Venezuela de las muñecas Barbies a 2,5 dólares la unidad, esto con el objetivo de impulsar la compra masiva de dicho juguete, por parte de los sectores populares, en el marco de las fiestas navideñas.
El efecto práctico de dicha medida, es que para la siguiente navidad el número de Barbies en las estanterías se redujo notablemente, y es que no hay que ser experto en economía para comprender que, si el gobierno obliga al fabricante o distribuidor de un bien, a venderlo a un precio por debajo del costo de producción o de importación (o a venderlo a un precio con un margen bajo de ganancia), y por tanto se generan pérdidas económicas para el empresario, este nunca más volverá a asumir el riesgo de comercializar dicho bien, pues temerá volver a perder el dinero invertido, lo que generara escasez de dicho producto. Y cuando un bien es escaso, el precio tiende a subir.
La anécdota del control de precios de las muñecas Barbies, y sus consecuencias, es un ejemplo de lo que le ha ocurrido a la economía venezolana bajo el control del chavismo. Tras el paro petrolero de 2002-2003, que consistió en la paralización de actividades laborales y económicas contra el gobierno de Hugo Chávez, promovido principalmente por la organización gremial Fedecámaras y la directiva de la empresa Petróleos de Venezuela (PDVSA), el gobierno bolivariano decidió establecer un control de precios a productos considerados como de primera necesidad como, por ejemplo: el arroz, avena, pan, pasta, carne, pollo, leche en polvo, quesos, huevos, fríjoles, azúcar, y productos de aseo personal como los pañales, papel higiénico, toallas sanitarias, y jabón, entre otros.
De esta manera se restringió considerablemente la libertad económica en el país, pues es el gobierno el que determina artificialmente a través de decreto el precio de los bienes (¿lo hace con criterio político?), dejando de lado la necesidad de lucro y ganancia de quien los produce, obviando el hecho económico irrefutable de que nadie produce o invierte para perder. En este contexto se hace inevitable que los precios suban cuando la oferta de bienes y servicios no logra responder a la demanda. El control genera escasez, y esto a la vez contribuye a la presión al alza de los precios de los productos, generando un aumento de la inflación.
Lo lamentable, es que, aunque los efectos nocivos del control de precios saltan a la vista el régimen chavista no ha hecho nada para corregir sus medidas erróneas. Veamos algunos ejemplos:
- Hoy Venezuela tiene una inflación de más de 1.000.000%, es decir si un pollo para inicios de año tenía un costo de 20.000 pesos, para finales de año, el mismo pollo valdría 200 millones de pesos (¡una locura!).
- La economía venezolana se ha contraído 53% desde que Maduro es presidente, es como si usted en 2013 se ganara un millón de pesos de salario y ahora en 2019 se ganara apenas $ 470.000.
- En 1998, cuando Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales, Venezuela producía 3,1 millones de barriles diarios de petróleo y, ahora, con una caída de 51%, la producción solo llega a los 1,5 millones de barriles diarios, según los datos más recientes de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) y esto a pesar de que Venezuela tiene las mayores reservas probadas de petróleo en el mundo (de 300.000 millones de barriles).
En conclusión, el chavismo ha sido un desastre económico, y solo basta ver las cifras para comprobarlo, hoy en ningún área Venezuela está mejor que cuando Chávez llego al poder hace dos décadas, incluso sus medidas para cerrar las brechas sociales ayudando a las clases más necesitadas, han sido anuladas por una inflación galopante que consume el salario de todos los ciudadanos, y con mucha más inclemencia el de los más vulnerables. Y aunque la crisis tiene una gran complejidad, no hay mejor ejemplo para comprenderla que el de las Barbies.
Pd: la izquierda democrática latinoamericana no debe vacilar a la hora de condenar el gobierno autoritario de Nicolás Maduro. Los partidos progresistas no deben dar “papaya” pasando de agache en esta coyuntura, y deberían aprovecharla para hacerle saber a la ciudadanía que es posible un proyecto alternativo de desarrollo, dentro del marco de la estabilidad económica y social.