Van seis. Seis terribles, monstruosos, inaceptables actos de barbarie terrorista en la frontera. Van seis, y desafortunadamente vendrán más. ¿Cuántos más se necesitan para que este gobierno entienda que su política hacia la frontera con Venezuela ha fracasado? ¿Cuántos ciudadanos y miembros de la fuerza pública serán sacrificados antes de que el presidente Duque y el Ministro de Defensa reconozcan que su estrategia de seguridad no ha hecho si no agravar las dificultades?
El presidente Duque no ha asumido sus responsabilidades como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Ha dejado sola a la fuerza pública dando una batalla que debería ser de todo el gobierno. No bastan unos sobrevuelos o unas visitas fugaces a la frontera para demostrar y ejercer ese liderazgo eficaz y concreto que se necesita para que la lucha contra las organizaciones criminales y terroristas produzca resultados. No basta con delegar al ministro de defensa y a los generales la responsabilidad. La cabeza del Estado en Colombia no se puede dar el lujo de estar ausente en la orientación, implementación y vigilancia de la estrategia de orden público.
Además, no existe una aproximación integral a la lucha contra el crimen organizado. La coordinación entre las autoridades locales, regionales y nacionales es pobre y muchas veces marcada por el conflicto y el desacuerdo. Los organismos judiciales actúan tardíamente, reactivamente, y sin los elementos de acción suficientes para desarticular las bandas criminales y las organizaciones terroristas que operan en la zona. La inteligencia necesaria para prevenir y anticiparse a los planes siniestros de los terroristas es insuficiente en gran medida por la tensa relación que se ha generado entre la sociedad civil y la fuerza pública. El deterioro social y la indiferencia ante el desempleo y la pobreza alimentan la indignación que pone a la gente en contra las instituciones.
No se podrá avanzar si el progreso económico y social de la frontera no se convierte en objetivo fundamental del Estado y de los colombianos. No se podrá avanzar si se sigue viendo al campesinado como enemigo no como aliado. No se podrá avanzar sin cambiar la política de hostilización hacia Venezuela. No se podrá avanzar si no reconocemos que el prohibicionismo es la fuente de las rentas ilegales que nutren el terrorismo. Nada de eso lo podrá hacer ya este gobierno. ¡Hora de cambiar!