La democracia es el gobierno de las reglas de juego. Están establecidas, en forma previa, en un orden constitucional de un Estado. Todos, sin excepción, debemos acatarlas. Son lineamientos formales y substanciales entre los que se destaca que los gobernantes sean seleccionados mediante elecciones libres.
Los colombianos tenemos esta cita con la democracia el próximo domingo 17 de junio para elegir al nuevo presidente de la República, en un ambiente de paz, luego de un conflicto armado no internacional de más de medio siglo que nos hizo matar entre nosotros. Por primera vez en la historia nacional, el electorado tiene la opción de escoger entre un bloque de centroderecha y un bloque de centroizquierda.
Es un fenómeno político nuevo en la vida nacional. La paz da apertura a un escenario de discusión de distintas alternativas políticas con niveles de razonabilidad igualmente variables.
La paz fortalece la democracia, la paz es la esencia de la democracia. “Es el reino de la sociedad abierta”, enseña Karl Popper en Después de La sociedad abierta. No es más que tolerancia, pluralismo en el que las diferencias individuales son permitidas, respetadas y garantizadas.
“Por <<sociedad abierta>> no entiendo un <<sistema social>> definido, sino fundamentalmente una sociedad tolerante, una sociedad en la que son toleradas las peculiaridades del individuo y, más en concreto, en la que el pensamiento crítico y hasta la crítica de los tabúes son tolerados, una sociedad en la que, por tanto, podamos ser artífices de nuestro propio destino en lugar de sus profetas”, dice Popper.
Democracia es igual a una sociedad abierta en la que todas las propuestas políticas puedan ser deliberadas y sopesadas por el elector en un ambiente de paz. La democracia implica, en consecuencia, el gobierno de las leyes y no de los hombres. Todas las ideas políticas tienen el derecho a ser escuchadas y criticadas por los actores de la vida pública, pero, una vez adoptada una decisión, deberá ser acatada.
La democracia es más que la voz del pueblo porque son reglas de juego substanciales y formales que, una vez la ciudadanía se pronuncia en una u otra dirección, deberán ser respetadas, obedecidas y defendidas por ganadores y perdedores. Si queremos tener una democracia fuerte, tenemos que hacerlo, y el camino no es otro que legitimarla.
El reto de la sociedad colombiana es legitimar la democracia para fortalecerla. No debemos insistir en discutir sobre lo que pudo haber sido y no fue acerca del acuerdo de paz. Este acuerdo está suscrito y hay que cumplirlo de muy buena fe. El pacta sunt servanda, la máxima latina, enseña y ordena que el fundamento de la democracia es respetar lo pactado. En este sentido, centroderecha e izquierda, deben comprometerse estrictamente en ese sentido.
Lo pactado es ley para las partes. Por otro lado, ya en un ambiente de paz, no se justifica conservar las instituciones políticas que condujeron a las guerras en el país. Las malas instituciones políticas constituyen el caldo de cultivo de los conflictos armados no internacionales. Este es un asunto que la centroderecha y la izquierda no han tocado. Hay que tocarlo. El nuevo presidente de la República, si tiene vocación de paz, debe regionalizar el país. La paz y la democracia se construyen con descentralización política.