«Los partidos son instituciones desprestigiadas que no son importantes en la vida de la gente». Así respondía en 2016 Miguel García, profesor asociado de la Universidad de los Andes, doctor en ciencia política de la Universidad de Pittsburgh y codirector del Observatorio de la Democracia, a la pregunta por qué es tan baja la confianza de la ciudadanía en los Partidos Políticos (27,8%). Esto, a propósito del Barómetro de las Américas, una encuesta de orden regional (Latinoamérica) que mide la simpatía de las personas por las colectividades políticas de sus países.
Y retomo este argumento porque en mi búsqueda por pertenecer a una colectividad, y así habitar un espacio cerrado del que la ciudadanía en general no tiene mucho conocimiento, como el Congreso Nacional Liberal -un evento adscrito al Partido Liberal-, tuve que salir a «conquistar corazones» para conformar una lista que me permitiera asistir a ese espacio. No fue fácil. De hecho, la respuesta por parte de las personas resultó muy desalentadora, así como la del partido, de la que aún no tenemos suficiente claridad…
En todo caso, entablé un diálogo con jóvenes y adultos de diferentes realidades, a quienes les compartí varias ideas que he venido trabajando durante años desde plataformas ciudadanas (muchas de ellas las he expresado en este medio). Pero en el camino hubo un problema: más allá de las ideas transmitidas, las cuales suenan diferentes e innovadoras para muchos de los que me escucharon, salió a relucir una gran pregunta: “¿Y si me hago liberal, no quedo muy desprestigiado?”.
Qué difícil pregunta y qué difícil respuesta. Inicialmente, tuve que explicar por qué, en esencia, propuestas como la creatividad y un sistema de cultura viva son un nuevo renglón económico en Colombia y una alternativa al extractivismo de recursos naturales; la calidad del aire como un bien común; el agua como principal ordenador del territorio; la dignificación de los artistas; los desafíos de los datos abiertos para la toma de decisiones; y la creación de la Mediateca Nacional; debían partir del Partido Liberal y no de otro grupo político. Aludí a toda la tradición de gestión de la cultura de este partido –en el caso de la Mediateca Nacional– y recordé a estas personas que instituciones como el Museo Nacional, la Biblioteca Nacional y el Archivo Nacional fueron promovidas por el Partido Liberal.
Después, hice otro análisis que también quisiera compartirles en esta columna. Las personas en Colombia tienen una idea de la democracia en abstracto (la apoyan como forma de gobierno) y su opinión respecto a los Partidos Políticos se basa en figuras individuales. Así las cosas, todo el que encarne la representación del partido, si es consistente y honesto, le transmite esa imagen a su partido, y las personas comienzan a percibir ese partido como el partido más correcto. Por el contrario, si el mandatario ‘la embarra’, el partido también ‘la caga’.
¿Cómo superar el vacío partidista, mediado por una figura o un líder? A través del apego a principios y valores que estén claros en el imaginario colectivo y se cumplan a cabalidad. Se supone que los partidos están basados en un conjunto de principios y valores que definen su accionar. Pero cuando los ciudadanos notamos que los partidos dependen de unas figuras, que no solo no hacen las cosas bien, sino que además suelen ser protegidas por su colectividades, ese conjunto de principios y valores se desdibuja y nuevamente nuestra opinión de los partidos queda dependiendo del comportamiento de uno de sus voceros.
Estoy seguro de que si los ciudadanos viéramos mayor rigurosidad en cuanto a los integrantes que cometen errores y por tanto no merecen continuar en las filas de un partido, estos grupos se verían más coherentes y/o consecuentes, y generarían un nivel de confianza mayor en la ciudadanía. Habría una aplicación real y comprometida de los principios y valores que promulgan. Nótese el ejemplo de los escándalos de corrupción asociados a algunos integrantes del Partido Liberal en casos como Odebrecht (Otto Bula), o la presencia de ideales profundamente conservadores en las filas del Partido Liberal (Viviane Morales Hoyos). Situaciones de esta índole halan la confianza hacia abajo. ¿Y qué hace el Partido Liberal al respecto? Necesitamos una colectividad que no se funde en salvadores, sino en principios y valores.
Otras preguntas que me hacía mientras vinculaba ‘nuevos liberales’, muchos de estos con cédula «último modelo», eran: ¿Dónde se forman ideológicamente? y ¿dónde se educan políticamente? El Instituto de Pensamiento Liberal, que se supone desempeña esta función, se percibe hoy en día como un organismo encriptado. Lo que nos lleva a pensar que no hay una infraestructura para nuestra educación política partidista. Otra razón para que pocos se sientan motivados a ser parte de una colectividad política. Bien lo decía García: «¿Qué tenemos en Colombia? Un sistema heredado del siglo XIX que se fue debilitando poco a poco y uno no ve un tránsito a una nueva realidad». En otros espacios, yo me he referido a este como un sistema paquidermo que no canaliza las nuevas realidades.
Respecto a lo anterior, recuerdo la propuesta que durante los últimos años ha venido promoviendo el representante liberal Luciano Grisales Londoño: Centros Liberales de Desarrollo Comunitario. Esto sería un avance para la formación política e ideológica desde las bases.
El lenguaje partidista también tiene que cambiar, cosa que no han entendido los partidos de hoy. Aunque entiendo que es difícil comunicarse diferente cuando lo que hay adentro no es diferente, sino más de lo mismo. Pero en mi ejercicio de conformar una lista de jóvenes por el Liberalismo Creativo para el Congreso Nacional Liberal también noté esto: Si estuviera en manos de los jóvenes cambiar las cosas, lo harían, lo que pasa es que ven todo ‘muy blindado’. El Partido Liberal tiene grandes tradiciones que son valiosas y que seguramente serían valoradas por las personas si fueran comunicadas de manera más acertada, con un lenguaje contemporáneo.
Además, ante la gran amenaza que representa la Reforma Política para propuestas emergentes, ¿cómo hacer el tránsito hacia el fortalecimiento partidista cuando el país político no ha logrado conquistar la auténtica democracia? No la democracia en abstracto o como forma de gobierno, sino la democracia participativa real e incluso directa.
Por nuestra parte, hemos hecho el ejercicio de posicionar ideas y trabajar por ellas; de intentar consolidar un Proyecto de Ley de Estímulo a la Creatividad en Colombia y de formar una plataforma ciudadana que alimente nuestra propuesta. Seguramente en las elecciones del Congreso Nacional Liberal nos van a barrer, pues no contamos con la estructura tradicional (la que al final se transfiere como el papá que deja una herencia), propia del sistema paquidermo del siglo XIX. Pero descubrimos cosas, primero, saber qué tan accesible era (hay una categoría llamada ‘Sector social y abierto’ que a la final no es tan abierta). Y segundo, que vamos a insistir. A paso lento, pero seguro, podemos crear otro liberalismo.
Les estaremos contando cómo nos fue. Algunos se resignan, nosotros no.