Parece que ahora vivimos en un mundo diferente. El coronavirus ya ha cobrado la vida de miles de personas en Latinoamérica; provocó una crisis económica mundial sin precedentes y transformó la vida cotidiana de todos sin distinción de raza, religión, género o condición social, económica y cultural. Ahora hay una pregunta en el ambiente y es si los sistemas políticos, o sea, las democracias pueden proteger a sus ciudadanos de la pandemia.
Hay analistas que discuten sobre si los estados autoritarios saldrían más fuertes de esta crisis que las democracias representativas. Aunque el virus se originó en China y sus autoridades inicialmente parecían tener dificultades para lidiar con él, fueron capaces de contener en gran medida el brote en Wuhan y desplegar recursos al resto del país para enfrentarlo.
Sin embargo, no son solo los estados autoritarios los que, hasta ahora, parecen haber hecho frente relativamente bien al virus. De hecho, algunos países latinoamericanos parecen tener un buen desempeño sin ser autoritarios, pero tomando medidas audaces que riñen con el autoritarismo. Por ejemplo, Perú, Ecuador, El Salvador y Colombia tomaron medidas, unas más rápidas que otras con resultados aceptables para la fecha, salvo el caso ecuatoriano de Guayaquil que ha sido incontrolable hasta el momento.
Latinoamérica está respondiendo efectivamente con algunas restricciones de circulación ciudadana. también impusieron medidas en materia de viajes suspendiendo sus espacios aéreos; prohibiendo la entrada de extranjeros; y a los nacionales de cada país los ponen en cuarentena, así como otras medidas internas como cuarentena y movilidad reducida. Cualquiera que sea la estrategia exacta que utilizaron, casi todos han actuado rápida y decisivamente. Quizás, la memoria colectiva del cólera en Perú en 1991 o el brote del SARS en 2003 y otras epidemias recientes parece haber jugado un papel en esto.
Empero, es curioso como los colosos latinoamericanos Brasil y México, con democracias representativas activas, una de tendencia de derecha y otra de izquierda respectivamente, no actuaron igual y minimizaron el problema como “una simple gripa “.
Quizás estos dos países tengan una especie de «residuo autoritario» que ha minimizado la respuesta inicial a esta crisis. Ciertamente son democracias vibrantes, pero también son países con muchas desigualdades sociales y con una alta preocupación de casos de corrupción. Como resultado, los ciudadanos pueden tener una relación diferente con sus gobernantes y estar dispuestos a aceptar lo que digan sus líderes así estén equivocados aun en medio de una crisis.
En ese sentido, la pandemia puede ser un desafío al sistema democrático donde las libertades políticas pueden estar en riesgo. Antes del golpe del coronavirus, ya se hablaba de una crisis de cohesión social en ambos países. En el resto de Latinoamérica, ha habido un equilibrio de entendimiento entre la ciudadanía y sus gobernantes que permite enfrentar con sacrificios a esta pandemia que asoma apagar las economías del continente y de pronto a las democracias de la región. Esperemos que no.