Hace pocos días se recordó en una edición especial del periódico El Colombiano, la # 37.000 desde su fundación en 1912 donde se aprovechó para resaltar los 37 hitos de la historia reciente de Antioquia. Uno de esos hechos más significativos fue la #8, que resalta la creación de la Consejería especial para Medellín en 1990 en el naciente gobierno presidido por Cesar Gaviria.
Y no era para menos. La ciudad estaba sitiada por el terrorismo, el Estado prácticamente debilitado jurídica y físicamente; una sociedad que le tocó convivir a la fuerza con el miedo, casi que sin opciones; una minoría que optó por huir fuera del país, es decir, la ciudad estaba al borde de ser tomada literalmente por fuerzas fuera del orden legal.
El 7 de agosto de 1990, cerca de las 4:00pm pronunciaba por vez primera, el novel presidente de Colombia, el nombre de Medellín en un discurso inaugural anunciando la creación de esa Consejería como acto simbólico pero muy real de la preocupación que tenía el gobierno entrante de solucionar el problema de la guerra contra el narcotráfico y que solucionando Medellín habría un efecto dominó con el resto del país. Y tres años después lo logró, cambió a Medellín y prácticamente a Colombia dándole las bases a un nuevo ambiente de convivencia al país.
A esa administración se le dieron muchos calificativos, pero el más importante de todos fue el del “El Revolcón” porque realmente revolcó al país y para bien; tanto política, como económica y comercialmente. La agenda internacional del país se revalorizó de un lado e internamente asumió el mandato emanado de ese recordado movimiento conocido como la séptima papeleta que cambió al país y le dio el empuje inicial necesario a la naciente carta magna que actualizó a Colombia y la preparó para ingresar al siglo XXI.
Como decía el título del Editorial de El Colombiano del 6 de agosto último, fue un punto de partida del “cambio generacional” que demandaba el país a gritos. Si bien Gaviria llegó por una carambola trágica de la política y del conflicto interno que vivía el país, también fue el punto de partida para un inserción más pragmática de la diplomacia colombiana donde fuimos protagonistas de momentos complejos de la política mundial como la solución a la crisis de Irak/Kuwait de aquella época; llevó al país a valorar más el medio ambiente al nivelarlo a rango ministerial al igual que el de comercio exterior; coadyuvó en las necesarias reformas de la salud y de las pensiones e invitó a una nueva generación de profesionales a ejercer responsabilidades públicas en el marco de “un nuevo espíritu liberal” como se le conoció en esa administración.
El reformismo gavirista, logró lo impensable: el sometimiento a la justicia de muchos delincuentes poderosos de un lado y la apertura económica y comercial de una Colombia conservadora hacia un mundo más interconectado a través de varios tratados de libre comercio cuyos resultados han sido mixtos después de tres décadas.
El periodo 1990-1994 fue el cuatrienio donde un relevo generacional tomó el timón del país, sentando las bases para una sociedad más incluyente, abierta e internacional que, liderados por el entonces presidente Cesar Gaviria supo reorientar y preparar a Colombia para la entrada a un nuevo milenio.