Si quien lee esta columna se encuentra en la capital colombiana, es muy posible que durante este fin de se haya encontrado una multitudinaria movilización sobre la carrera séptima y otras de las principales avenidas de la ciudad, su motivo, firmantes de paz que se movilizan desde todas las latitudes del país pidiendo que paren las masacres y asesinatos de líderes sociales y de firmantes de paz. Pues bien, esta columna está dedicada a compartir un poco de las motivaciones que dieron origen a la Peregrinación por la Vida y la Paz liderada por el partido FARC, que también tuvo espacio para una muestra de los emprendimientos que los firmantes de paz han emprendido desde la firma del Acuerdo de Paz.
Como un insight inicial quisiera explicar porque hablo de firmantes de paz y no de exguerrilleros o excombatientes, porque el lenguaje construye realidades. Con el Acuerdo de Paz quienes eran miembros de la guerrilla de las FARC recuperan su estatus de ciudadanos, reincorporándose a la vida civil, entrando a la legalidad del Estado colombiano, de la cuál estuvieron al margen durante los años del conflicto armado.
Esta precisión nos permite entender porque es acertado hablar de fin del conflicto armado o de transición al posconflicto, a mi modo de ver, esto no implica desconocer que continúa existiendo violencia en los territorios de Colombia, ni negar que la reorganización de disidencias. En lugar de eso, lo que sugiere es que las dinámicas y los actores del conflicto armado en Colombia han cambiado, según el Think Thank Colombia Check el 98% de los miembros de la extinta guerrilla de las FARC-EP se mantienen en el proceso de paz.
Ahora bien, el reconocimiento como firmantes de paz denota la voluntad de los excombatientes de participar en la vida civil, acogiendo se a la Jurisdicción Especial para la Paz, aportando información para la Comisión de la Verdad y participando en proyectos productivos, en los que el acceso a la tierra sigue siendo uno de los principales riesgos. Asimismo, el reconocimiento como firmantes de paz busca eliminar estigmatizaciones y facilitar su integración a la vida civil como ciudadanos, que implica un largo camino de perdón, justicia, reparación, no repetición, reconciliación y perdón, palabras que a veces nos son tan esquivas a los colombianos.
Mientras escribo esta columna no dejo de escuchar las voces de los detractores del Acuerdo de Paz, no puedo imaginar el dolor de perder a un ser querido a manos de un grupo guerrillero, de manera que no me siento en posición de exigir a los detractores que escondan su dolor y solo apoyen el Acuerdo, pero, hay algo que no podemos negar y es la voluntad de la antigua FARC-EP de contribuir a la construcción de paz, por lo que no es de sorprender que el punto de reincorporación ofrezca avances que el Instituto Kroc en su cuarto informe asocia a “al compromiso de los y las excombatientes, el Gobierno y la comunidad internacional”.
Peregrinación por la Vida y la Paz
Los firmantes llegaron en su mayoría por la localidad de Usme y pasaron la noche del sábado 31 de octubre en la Universidad Distrital del barrio la Macarena, el día siguiente cerca de 2000 firmantes de paz participaron en la “Peregrinación por la Vida y la Paz” concentrándose en la Plaza de Bolívar para exigir al Gobierno colombiano la celeridad en la implementación integral del Acuerdo de Paz y garantías de seguridad.
Pese a que el consejero presidencial para la Estabilización y Consolidación, Emilio Archila, afirma que el Gobierno Nacional tomando medidas para proteger a los firmantes, los asesinatos se han convertido en una constante, este es un significativo obstáculo para la implementación integral del Acuerdo, a la fecha van más de 236 firmantes asesinados desde el inicio de la implementación del Acuerdo.
El reciente asesinato del firmante Jesús Monroy, conocido como Albeiro Suárez el pasado 17 de octubre ha sido una pérdida sensible para el partido FARC, quien fuera cabeza de la reincorporación en La Uribe, Meta, asesinado con su escolta Yeferson Mandela. Albeiro lideraba con 60 firmantes un proyecto productivo de cacao para sustituir cultivos en el Meta. En su página oficial el partido de FARC manifiesta su indignación sobre la situación de seguridad en los territorios de Colombia:
“Nuestro mensaje es claro: no firmamos la paz para que nos asesinen, sino para vivir y morir de viejos. No firmamos la paz para que ahora nos exterminen delante de nuestros hijos y esposas. Queremos que nos dejen ayudar a edificar la paz con justicia social, que nos dejen trabajar sin el asedio de las balas y los matones sueltos, ante la mirada del gobierno que no hace nada de fondo para defender la vida. Nuestro mensaje es claro: que el establecimiento no desfinancie más la implementación eficaz e integral, que no haga más trizas el Acuerdo de Paz. Estamos cansados de enterrar firmantes de la paz, de hacer ‘vacas’ para sus sepelios, porque el Estado ni siquiera aporta los gastos de las consecuencias de este baño de sangre que no ha querido parar.
Hemos cumplido la tarea. Hemos logrado por primera vez en la historia de Colombia que una guerrilla ahora convertida en partido político camine la paz, desde todas las latitudes y desde las lejanías más extremas. Lo hemos logrado, compañeras y compañeros. Esto vitaliza la unidad del partido y reitera nuestro compromiso con la sociedad. A la guerra nunca más”.
La paz los necesita vivos.