Se dice con sobrada razón que lo último que se pierde es la esperanza, y de esto sí que tenemos historias los agobiados pueblos latinoamericanos que quedamos al sur del rio Bravo, frontera entre EE. UU y Méjico. Los latinoamericanos tenemos ahora puesta la esperanza en Joe Biden, que sea capaz de hacer de la política un ejercicio ético, decente, no violento y traer a los EE. UU el respeto y la consideración que a nivel mundial le granjearon prohombres de su historia como el presidente Abraham Lincoln.
Y no es para menos. Fue tan denigrante el paso de Donald Trump por la Presidencia en Washington, que los comportamientos delincuenciales implementados en su gobierno, todavía sacuden las columnas de esa añeja y preocupante democracia que amenaza con derrumbarse.
El día consagrado para reconocer como presidente a Joe Biden y a Kamala Harris como vicepresidenta, Trump fue capaz de organizar verdaderos grupos armados delincuenciales que penetraron en el sagrado recinto del Congreso a sangre y fuego, como jamás se había visto, fueron capaces de generar muertos y heridos de los cuales, por vergüenza pública, no se tuvo un conocimiento acertado y puntual. Para enlodar más las páginas de la historia, Trump fue capaz de colocar nuevamente el nombre de la República de Cuba, en la lista de los países terroristas, de la cual, ya la había sacado con toda razón unos años antes el presidente Barack Obama.
Tenemos puestas fundadas esperanzas en el binomio que llegó a la presidencia de los EE.UU. Biden-Harris, constituye una pareja de gobernantes éticos, respetuosos de las leyes nacionales e internacionales y sobre todo de la legislación de los Derechos Humanos que tanto atropelló el psicópata Trump y tanto daño ha hecho a los emigrantes de los países del Tercer mundo.
La situación fue tan grave y riesgosa que la presidenta de la Cámara de Representante Nancy Pelosi, tuvo que convocar a reuniones extraordinarias para iniciarle los dos juicios al supremacista de Trump, buscando afanosamente limitar física y jurídicamente sus prepotentes y agresivos comportamientos, sobre todo, tratando de poner bajo un control más racional y cuidadoso el terrible “maletín nuclear” que tiene el presidente de los EE.UU el que contiene las claves secretas que pueden llevar al mundo a los estragos mortíferos de una guerra nuclear.
La llegada de Biden con su serenidad y juicio ponderado ante los micrófonos de los medios de comunicación más importantes del mundo, transmitió confianza y esperanza en sus próximas y decisivas intervenciones en la problemática mundial.
Biden volvió por el multilateralismo como un reconocimiento inteligente para buscar soluciones a las problemáticas en el conjunto de naciones. Consciente del grave daño que le han generado al planeta las empresas norteamericanas y que le continúan generando, decidió volver al “Acuerdo de Paris” para sumar sus importantes esfuerzos a la lucha por el “Cambio Climático”. Solicitó de inmediato el reintegro de los Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de donde una decisión absurda e irresponsable emitida por Trump, lo había sacado.
Para los demócratas colombianos comprometidos con la Paz y la Reconciliación Nacional, el presidente Biden simboliza la continuidad del pensamiento del expresidente Barack Obama, que tanto compromiso mantuvo con los diálogos y la firma de los Acuerdos de Paz en La Habana, Cuba. Estamos seguros que dirigentes norteamericanos como Bernie Aronson, representante de Estados Unidos en las conversaciones en Cuba, volverá nuevamente para ayudarnos en el logro supremo de la Paz con las antiguas Farc y será una bocanada de aire fresco para los agotados espacios de Paz que nos ha dejado Duque.