La colombiana es una sociedad muy apegada a valores tradicionales, “irracionales” que rayan en lo mágico, según se desprende del análisis que realiza la Cuarta Medición de Capital Social de reciente publicación, sobre los resultados de la séptima ola de la Encuesta Mundial de Valores.
Pero ello no es extraño en el país del Sagrado Corazón, donde el Presidente de la República recurre a la intercesión de la Virgen de Chiquinquirá para resolver la crisis por la Covid-19,(https://bit.ly/3fKg7QD) en lugar de planear de mejor forma sus actuaciones; en el país donde según un pastor evangélico pentecostal, Jesucristo vendría el 28 de enero de 2021 a un corregimiento en el departamento del Atlántico (https://bit.ly/3sSr5rc) ; un país cristiano y cristianizado, que se constituye en un ejemplo típico de lo dicho por Baruch Spinoza[1]:
“Los cristianos se apoyan todos en milagros, es decir, en la ignorancia, que es fuente de todo lo malo, y con ello truecan su fe, que es verdadera, en superstición”.
De acuerdo con la Cuarta Medición de Capital Social, ese apego a valores irracionales de la sociedad colombiana, se explica en gran medida por la llamada Tradición Hispano Católica en la que está inserta, y que dentro de sus elementos centrales considera al orden social como algo “dado”, en lugar de algo construido, por lo que todo cuanto suponga dudas con respecto a ese orden “cristiano”, a esa “Religión Católica, Apostólica y Romana que es la de la Nación y que como tal, los poderes públicos la protegerán y harán que sea respetada como esencial elemento del orden social”, como reza el Preámbulo de la Constitución de 1886, ha de ser considerado riesgoso para el bien común, especialmente si ello implica una espiritualidad diferente a la católica, como es el caso de David Leonardo Rodríguez, abogado de la Universidad del Rosario, especialista en Derecho Penal y de la EAFIT y que se asume así mismo como budista, aunque no practicante:
“Uno es víctima de los estereotipos. Por ahí ya lo tildan (a uno) de ateo, comunista, pro trans. Uno no entiende como solo por ser diferentes, otras formas de pensar son consideradas “peligrosas””.
En este punto, es válido recordar que según Zarama (2019), el budismo, aunque “no tenga un dios sí puede ser catalogada como una religión no teísta, a razón de estructuras retributivas, morales y de poder”[2] que este sistema filosófico representa.
En ese sentido y con respecto a la deidad, David Leonardo afirma que “Buda decía: la discusión de si dios existe o no, no debe quitarnos el sueño, porque nosotros debemos es intentar aprender a eliminar el sufrimiento, mostrarnos otra realidad de felicidad y amor con la existencia”.
Curiosamente esta afirmación sobre el deber de intentar mostrarnos a nosotros mismos otra realidad de amor, hace eco al mensaje del Papa Francisco en su visita por Irak de los días 5, 6 y 7 de marzo, cuando recordando el papel de los cristianos en medio de la guerra en dicho país, afirmó que: “el cristiano está llamado a testimoniar el amor de Cristo en todas partes y en cualquier momento”, frase que en el país de la superstición, especialmente entre los católicos ultramontanos, solo es un mero formalismo.
En el país de la fe católico-cristiana desmedida, de la valoración excesiva al orden romano católico/colonial, de la religiosidad popular contraria a la razón y casi mágica, el no profesar religión alguna, ser agnóstico o ser ateo, desde mediados del siglo XIX, con la llegada de las primeras misiones evangélicas y protestantes al país, es sinónimo de ser terrorista, extraviado, blasfemo, tal y como lo dijese el patéticamente celebre uribista y tuitero Miguel Polo Polo, que el pasado 2 de marzo bautizó de “blasfema baretera” a la actriz y estudiante de Filosofía Margarita Rosa de Francisco, luego que en un trino pletórico de sorna, ella afirmase que en el hipotético caso de ser candidata presidencial y en su posible gobierno, la Iglesia pagaría impuestos.
Pareciera que dos siglos después de acabada la Colonia, en manos de ejércitos comandados por masones católicos y apoyados por protestantes militares ingleses, algunas colonializadas mentalidades católicas, insistan en emplear a la religión como instrumento de sometimiento, evidenciando un grave conflicto con lo dicho por Francisco en Irak, para quien “la religión debe servir a la causa de la paz y de la unidad entre todos los hijos de Dios«, algo que David Leonardo, en su cosmovisión budista, y quien además es actor porno, tiene más claro que muchos católicos tuiteros:
“Las personas que más amo en la vida como son las de mi familia, son fervientes creyentes y aun, cuando alguien de mi familia me dice “bendición mijo”, agacho la cabeza y digo amén”.
Pareciera que dos siglos después de acabada la Colonia, en manos de ejércitos comandados por masones católicos y apoyados por protestantes militares ingleses, algunas colonializadas mentalidades católicas, insistan en emplear a la religión católica como instrumento de sometimiento, a pesar que según la Cuarta Medición de Capital Social, el 22% de los colombianos no profesa religión alguna en Colombia (y que dicho estudio asume bajo el concepto de “agnóstico”), cifra altamente significativa, ya que hace 20 años, tan solo representaban el 9% del total de encuestados.
El debate sobre el recambio de valores de esta sociedad colombiana tan amarrada a su pasado religioso-católico/colonialista, sin lugar a dudas es otro escenario de lucha continua por la libertad, por lo que detener el avivamiento de la intolerancia religiosa, caracterizado desde la guerra civil bipartidista de la década de 1950 por su virulenta agresión y que actualmente se encuentra aupada por el Estado Central, en manos del supersticioso partido de Gobierno, se convierte en un imperativo ético para todos aquellos creyentes en otras espiritualidades y en otras religiones.
[1] Epistolae 73. Citado por Cañas-Quiros, R (2012). La naturaleza de Dios en la Ética de Spinoza. Acta Académica No 50 pp 111-132
[2] Zarama Salazar, A. (2019). El Budismo en Bogotá. Pontificia Universidad Javeriana. Tesis de Pregrado.