Mientras el 26 de abril de 1990 a Carlos Pizarro, excomandante en jefe del Movimiento 19 de abril, guerrilla socialista de tintes nacionalistas, brazo armado de la Alianza Nacional Popular-ANAPO, movimiento fundado por el dictador militar Gustavo Rojas Pinilla, lo mataban por haber militado en esa insurgencia, a José Raquel Mercado el 19 de abril de 1976, esa misma guerrilla lo mató por ser militante del Partido Liberal Colombiano-PLC.
Con la muerte el 19 de abril de 1976, bajo un supuesto “juicio popular revolucionario” donde a José Raquel se le acusaba de “traición a la patria”, “traición a la clase obrera” y “enemigo del pueblo”, la guerrilla del M-19 no solo se daba su bautizo de fuego, sino que inauguraba una nueva forma de estigmatización, por una parte hacia un sector de los movimientos sociales que de alguna manera mantenían espacios de dialogo con las instancias gubernamentales y con los partidos políticos, como lo creen en la Confederación de Trabajadores de Colombia-CTC (https://bit.ly/3xtL6qV) y por la otra hacia el liberalismo, en tanto partido político, asumiendo que el militante del PLC es un traidor del pueblo, digno del desprecio de la izquierda y del progresismo, un derechista irredento.
En esos años siguientes al supuesto final del Frente Nacional, donde el pluralismo político en el país empezaba a aflorar y las izquierdas ya no necesitaban enmascararse en el Partido Liberal, como sucedió con el comunista Juan de la Cruz Varela, era lógico ver con recelo al liberalismo, que de tanto juntarse con el conservatismo terminó siendo una “derecha light”; recelo que 45 años después todavía persiste, a pesar de los esfuerzos a inicios del siglo XXI de retomar la agenda de ser un partido de matices de izquierda democrática, tal y como quedó consignado en la declaración ideológica estatutaria del Partido del 2002, vigente hasta nuestros días.
Con la apertura democrática que significó la promulgación de la Constitución Política de 1991, sectores políticos tanto de derecha como de izquierda lograron crear estructuras partidistas que compitieran por la simpatía y la elección de los electores, lejos del bipartidismo frentenacionalista, que en el caso del PLC significó que muchas fuerzas y sectores políticos tanto de derecha como de izquierda salieran, dejando un remanente que todavía lucha por conservar la sesquicentenaria identidad simbólica del trapo rojo y la personería jurídica, en medio de los vaivenes ideológicos propios de un partido político que se llame liberal.
Resultado de las contiendas ideológicas sobre la función del Estado luego de la Segunda Guerra Mundial, el liberalismo en tanto doctrina económica y tradición política y filosófica occidental nacida en el siglo XVIII, a pesar que se posicionó como el antagonista del socialismo, ante el avance de este en la Guerra Fría empezó a hacer aguas para poder interpretar las nuevas realidades de las sociedades burguesas y de las masas obreras, lo que significó una ruptura entre el liberalismo clásico y el liberalismo contemporáneo.
De acuerdo con Quispe Ponce (2016) (https://earchivo.uc3m.es/handle/10016/22544), el liberalismo clásico sufrió un proceso de revisión social con los trabajos realizados por John Stuart Mill en las décadas de 1860-1870, generando un liberalismo revisionista que “pretende tener en cuenta las desigualdades e injusticias sociales surgidas a consecuencia de un sistema económico y social basado en la propiedad privada y el libre juego del mercado” y que se consolidó con los trabajos de Hobhouse entre 1900 y 1911 quien “postulo la necesaria modificación del liberalismo en el sentido de introducir limites a los derechos de propiedad y a la libertad de mercado para hacer efectiva la concepción positiva de la libertad, incorporando medidas de justicia social y de igualdad de oportunidades”, que a la postre vendría denominándose liberalismo social, al que rápidamente se le opondría una nueva lectura del liberalismo clásico, encabezada por los “nuevos liberales clásicos” entre quienes se encontraban Ludwin Von Mises, quienes a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, buscaban “una absoluta defensa de la iniciativa privada frente a toda intervención del Estado, argumentando que toda intervención estatal estaría limitando y reduciendo el marco de libertad a que todos los individuos tienen derecho”.
Las pujas entre el liberalismo neoclásico y el liberalismo social/socialista no fueron ni han sido ajenas a la militancia del Partido Liberal Colombiano, al punto de poderse afirmar que han sido parte de su naturaleza policlasista, donde el liberalismo neoclásico ha estado ligado a los sectores burgueses y el liberalismo social a los sectores populares, pujas que por no ser tan evidentes a simple vista permiten dar por sentado ante la opinión pública la inexistencia de matices, asumiéndose un solo juicio de valor sobre toda la militancia: “traidores al pueblo”.
45 años después del asesinato de José Raquel Mercado, por ser liberal y militar en el Partido Liberal, ninguno de los comandantes de la exguerrilla del M-19 ha querido asumir la responsabilidad moral de su asesinato político.
Han sido 45 años de impunidad para un militante que nunca pensó que defender la libertad y la igualdad fuese causal de muerte, causas que 45 años después muchos socioliberales siguen defendiendo y por las que todavía sienten sobre sí el ojo señalador de las izquierdas colombianas, cercanas, afines o herederas al anapismo que gozó de la amnistía generalizada que impidió la condena por actos de lesa humanidad como el de José Raquel Mercado.
Ojalá pronto, en un acto de contrición, se haga un reconocimiento de responsabilidad y se resarza simbólicamente a la familia del líder sindical asesinado y al sindicalismo perseguido por la izquierda en armas.