Con la más reciente opinión de Germán Vargas Lleras sobre el papel de la Procuraduría General de la Nación y el cuestionamiento acerca de su existencia en el sistema democrático latinoamericano, la estrategia de comunicaciones de la precampaña electoral del Exvicepresidente continúa apuntalando la imagen de autoridad que le caracteriza, realzando el contraste con la derecha gobernante ante la opinión pública.
Ante los errores estratégicos de la casa Char, con el silencio de Arturo ante el estallido social de mayo-junio desperdiciando así su Presidencia del Senado y la mala decisión de Alejandro de alejarse de la coalición de gobernadores y acercarse a Peñalosa, parece cosa del pasado la propuesta de ofrecerle a Vargas Lleras la cabeza de lista de Senado del Partido Cambio Radical y toma fuerza la idea de elegir en 2022 a una figura de la política tradicional (de derecha moderada, llamarían algunos), que sea capaz de marcar un rumbo firme en medio del descontento social, que tenga experiencia previa gobernando y que sepa manejar bien a las maquinarias (dando mermelada o chicharrón si es del caso) y a los barones electorales del Congreso (que logre tener gobernabilidad amplia, que llaman).
Y ahí es donde las bases liberales pueden entrar a jugar.
Desde la irrupción del uribismo en el panorama nacional, movimiento político de derecha pura y dura, autoritaria y conservadora, caracterizado por una ideología liberal en lo político, neoliberal en lo económico, corporativista-latifundista en lo social, católico-señorial en lo moral, el cual se encontraba parapetado en el seno del Partido Liberal Colombiano (PLC); el liberalismo logró elegir en una sola ocasión, en los últimos 20 años, a un candidato presidencial con su aval y eso que lo hizo en una coalición de partidos antiguamente uribistas, la Unidad Nacional y apoyando al Presidente-candidato de entonces, el otrora uribista Juan Manuel Santos.
Si verdaderamente el Partido Liberal Colombiano de base, que no necesariamente es el partido de Cesar Gaviria, quiere volver a ser partido de gobierno y dejar los peladeros de la oposición y la independencia, se haría necesario repetir la estrategia de 2014, casi que con los mismos protagonistas y los mismos partidos.
Desde que en 2017 cuando Cesar Gaviria decidió no continuar con la Unidad Nacional, justamente porque no quería apoyar a Vargas Lleras, es innegable que el Partido entró en una crisis de representatividad en lo nacional, convirtiéndose en un partido claramente ministerial, sin opción ni visión de gobierno.
Tal vez el sueño de Gaviria de repetir la historia de Uribe Vélez quien logró elegir a uno de sus más importantes subalternos como Presidente de la República, frustró la meta de que el Partido Liberal en la primera elección presidencial de 2018 fuera opción de poder y en cambio, fue él el subalterno de Uribe cuando con más o menos 3 millones de votos endosados, ayudó a elegir al aprendiz naranja de aquel, que hoy nos tiene viviendo en uno de los peores de los escenarios posibles. Una pandemia mal manejada, que ha desencadenado una crisis sanitaria/hospitalaria que ha alimentado una multicrisis de inseguridad multidimensional sin par en la historia reciente: inseguridad económica por las altas tasas de desempleo y de pobreza, inseguridad alimentaria con más población con hambre, inseguridad personal con delincuencia desatada y violencia interpersonal desaforada e inseguridad política con asesinatos de líderes sociales sin control.
Es hora entonces que el liberalismo se desenfade de la tutoría uribista y tome la decisión de elegir a un Maestro, en lugar de un segundo Aprendiz, así sea en la figura de Vargas Lleras y no es el liberalismo que ya está con el Exvicepresidente el que debe hacerlo, es el liberalismo militante del PLC quien debe dejar de seguirle el paso a los sueños personales de la actual Dirección Nacional Liberal y dar un paso más a la izquierda del uribismo, es el liberalismo de base del PLC el que ante tanta polarización debe retomar la senda de la Unidad Nacional, juntando a todas aquellas conciencias antiuribistas-antipetristas-antifajardistas, es el simpatizante del PLC quien está llamado a asumir con dignidad la realidad de la ideología liberal, aquella que es opuesta al socialismo y que es reformista.
Llegan los momentos de la decisión en las toldas rojas y no estaría mal que el liberalismo retome el Llerismo del siglo pasado, inaugurando uno de este siglo.