Humberto de la Calle hace algunas semanas hacía un llamado a todos los liberales del país, a respaldar su candidatura. Y de hecho, fue tan eficaz ese llamado que los liberales llegaron a su campaña. Y a la de otros candidatos.
De acuerdo con la Revista Semana, a los Liberales con Vargas Lleras y a los Liberales con Duque, ahora se suman los Liberales con Petro y la pregunta que asalta a todos en estos momentos es ¿qué hacer con tantos trásfugas?
Esa pregunta habría que trasmitírsela a los Veedores departamentales y sectoriales del Partido Liberal Colombiano, que en teoría tienen la tarea de hacer seguimiento y control a las acciones de todos y cada uno de los miembros de las Asambleas Territoriales y Directorios Territoriales que se eligieron el año pasado para la Convención Liberal, además de los electos a corporaciones públicas con aval del Partido, en aras de prevenir y controlar la doble militancia que tanto ha hecho daño no sólo a la democracia colombiana, sino a la institucionalidad de los partidos y movimientos políticos.
Pero, ¿será posible aplicar el estatuto disciplinario a la gran militancia de base que no necesariamente hace parte y milita en el Partido Liberal?
Porque allí es dónde está el meollo del lío y es que a la usanza del mote “uribista” que designa no sólo a los militantes de base del Centro Democrático, sino a sus votantes y a los fervientes seguidores de las ideas del senador Uribe Vélez, también la palabra “liberal” se convierte en un genérico que usan no sólo los militantes y simpatizantes, sino también los votantes y fervientes seguidores de las ideas liberales colombianas históricas.
¿Le alcanzará de aquí al 27 de mayo a los Veedores Territoriales y al Veedor Nacional comprobar si en efecto son militantes o fieles seguidores de los ideales liberales colombianos históricos o ideales liberales académicos los que andan con Petro, Duque o Vargas Lleras?
La única solución a la vista ante la macondiana situación de que el pueblo liberal colombiano es tan grande como para que quepa además de la campaña liberal, en tres diferentísimas campañas presidenciales más, es recordar que en el ámbito académico hay un hecho real y es que el liberalismo al igual que los otros “ismos” que nombran corrientes de pensamiento o ideales políticos, no siempre pueden asociarse a una determinada y exclusiva actitud ante ciertos temas políticos o morales, lo que hace que la vía sea la del centro y no emitir juicio de valor alguno.
Porque no hay más de otra que aceptar que los Liberales con Vargas Lleras pueden ser seguidores de la histórica familia Lleras, por lo que antes de ser Vargaslleristas, son Lleristas de la vieja línea de Alberto y Carlos, lo que los ubica en esa tendencia liberal conservadurista que tiene en la infraestructura (Ciudad Techo y las 100 mil casas gratis), en la lucha anticomunista latinoamericana (Alianza por el Progreso), en la milimétrica asignación de burós (Frente Nacional y la mermelada) y en la lenta pero segura reforma del Estado (el INCORA, los institutos descentralizados y el Ministerio de Vivienda) sus banderas más fuertes.
Y aceptar también que los Liberales con Duque, sencillamente son esos liberales que rayan con el libertarianismo: liberales extremistas que quieren un Estado minimalista que deje todo a la buena voluntad de la familia y de Dios (incluso si las visiones que de él se tengan sean tan disimiles como la del Dios Católico y el Dios Protestante) y que los Liberales con Petro no son otra cosa que esos liberales de izquierda, militantes del liberalismo social que viene desde que García Nossa ayudó a crear el Plan Gaitán, allá en 1947.
Así las cosas, a los Veedores les va tocar por una parte redoblar la vigilancia especialmente de los dirigentes del Partido que mal o bien, se hicieron elegir por parte de un partido decente, con antigüedad, lo que significa que sí o sí a los ediles, concejales, diputados y congresistas les toca asumir la responsabilidad de ser militante, dejando de lado la deslealtad y la traición y por otro lado salir a pronunciarse para bajarle el tono al debate y a la cacería de brujas que se ha desatado entre las militancias que ven esquiroles en todo lado y sólo encuentran en la denuncia en redes sociales y en el control ciudadano descarnado y cruel, la mejor manera de minimizar los bombardeos a la imagen de uniformidad de la campaña de Humberto de la Calle.
Muy a nuestro pesar, el pueblo liberal colombiano es bastante grande.