Después de haberse desarrollado en Colombia unas elecciones , que más que decisiones del pueblo, fueron presentadas como una maratón, cuyo objetivo era evitar que la izquierda tomara las riendas, me he puesto a reflexionar sobre cómo la manipulación de los medios, el trastabilleo de la compra de votos, y el afán de los pobres por comerse un tamal, obnubilaron la mente del pueblo, y observaba la competencia de unos y de otros, defendiendo al posible triunfador como si le fueran a recompensar con dinero, al que acertara.
Se estremeció la mente de los votantes y como entre juego de girasoles terminaron en una emotividad, que traspasó las elucubraciones mentales, posicionándose los humanos en una oscura competencia, llena de banalidad, por querer aparecer como el ganador, y dejando a un lado las propuestas de los contendores.
El confundir la mente de los electores, permea toda decisión que fluya con conocimiento pleno en la toma de una decisión tan delicada, como es la elección de los dignos políticos de nuestro país, personas que nos representan ante las otras naciones carcomidas por la misma estupidez de la competencia ciega.
“Las intermitencias de la muerte”, obra de José Saramago, Premio nobel de Literatura, es la perspectiva de la vida y de la muerte. Es la decadencia de una sociedad sumergida en la corrupción, en la lucha por el poder, en la ambición de unos cuantos, que aparecen como salvadores, y en donde los instintos, juegan un papel importante para el logro y desempeño de una sociedad que claudica.
Las intermitencias de Colombia, nos deben hacer reflexionar sobre la necesidad de enderezar y dar soluciones a tantos problemas derivados de de la muerte y/o decadencia de la educación, de la salud, de los principios éticos y morales, que son el pilar fundamental para que una sociedad prospere y permanezca viva.
Las intermitencias de Colombia nos deben hacer reflexionar sobre soluciones que fortalezcan y estimulen al pueblo, pero que no lo debiliten y/o desilusionen más de lo que está.
El despegue productivo del campo, hace que el campesino renazca nuevamente, y vuelva a sembrar alimentos para su sustento, haciendo del hombre, el emblema del hombre sano con mente sana, que enriquece su inteligencia y su amor al conocimiento, y no el emblema del hombre que nace muerto, por efectos de la corrupción y de la proliferación y consumo de la droga, que cada día muestra al ser humano en decadencia, y que día a día invade nuestra sociedad.
Triste ver este país vivo y lleno de tanta riqueza, en medio de un país muerto, lleno de tanta ignorancia, corrupción, desigualdad injusticia y guerra. Un país muerto porque se están perdiendo los valores.
El día menos pensado, la muerte se va a personificar, nos va a identificar, nos va a entregar un sobre morado y nosotros los vivos, moriremos de susto, porque la muerte llegó para arroparnos a todos y le ganó a los mismos muertos de esta interminable guerra.