Muchas veces se ha repetido que el problema de la salud es financiero. También, que es asunto de especialistas y profesionales. Eso está bien. Pero somos muchos los que sabemos que es un aspecto humanitario de la vida diaria, un tema de equidad, una enorme dificultad social.
Repiten especialistas, políticos, gobernantes, analistas, que el sistema de salud colombiano es de los pocos buenos de América y uno de los mejores del mundo. No puedo contradecirlo porque no tengo ni el conocimiento ni la experiencia en materia tan compleja como para argumentar que se trata de una falacia. Pero por lo que conozco de mi tierra, lo que he visto, los comentarios que he escuchado y los estudios que he leído, sé a ciencia cierta que se trata de un sistema deficiente, injusto, altamente inconveniente para amplios sectores de nuestra sociedad.
Se ha avanzado, claro. Ya no se habla de caridad ni la misericordia de los pudientes es lo que permite, como antes, atender alguno que otro caso de enfermedad o practicar una cirugía a un indigente. Ahora tenemos el criterio de la seguridad social, pero no existe el aseguramiento universal a pesar de las estadísticas. Aún existen los que llamaron “vinculados”, que son los desvinculados de todo. Hay personas que se mueren o quedan incapacitadas por falta de atención médica u hospitalaria y muchas otras que se ven obligadas a vivir con sus enfermedades a cuestas porque no hubo poder humano que les asistiera. A los pobres que sufren enfermedades graves o terminales les huyen en las clínicas y los que se preocupan por las llamadas enfermedades huérfanas muchas veces lo hacen porque encuentran una oportunidad de enriquecimiento ilícito.
Como las citas para las consultas ordinarias no se ofrecen a tiempo, los servicios de urgencias se congestionan hasta convertirse en sitios de hacinamiento, desaseados, en donde se agravan las dolencias. Conseguir que a un enfermo lo vea un especialista es casi imposible, con citas hasta de cinco meses después del requerimiento. Sigue vigente el deplorable sistema de las tutelas.
Salvo los que están dentro del sistema con malignos propósitos de ganancia excesiva, los ladrones descarados y los tramposos que se lucran de las enfermedades del pueblo, los servidores de la salud son gente de buena fe, profesionales honorables que no ganan lo que merecen, administrativos y técnicos que sufren las debilidades del sistema. Sé que los hospitales públicos están arruinados porque ni les dan lo que merecen ni les pagan lo que les deben, igual que muchas clínicas particulares. Sobran “apaches” y aprovechadores.
No hay salud preventiva adecuada, no existe promoción completa, nadie cuida con esmero a las madres pobres, millares de niños se levantan en la miseria y la falta de higiene, en fin, decimos que deseamos buena salud pero gran parte de la población nace, vive y crece enferma.
Hay un nuevo gobierno y ojalá eso signifique una reforma a fondo en el modelo de salud, con humanidad, con equidad, viendo la realidad que existe más allá de estadísticas y estudios.