Repruebo cualquier delito y rechazo al máximo los crímenes que se cometen contra mujeres y niños. Homicidios, lesiones personales, abusos sexuales, acosos, sus responsables deben investigarse inmediatamente, procesarse sin contemplaciones y castigarse severamente. Comparto que quienes atentan contra niñas y niños son desadaptados sociales y rufianes de la peor laya.
Lo criticable, lo absurdo, lo inadmisible es que cuando se cometen crímenes abominables la gente más docta, los especialistas y los estadistas piensen en que el aumento de las penas es la fórmula mágica para satisfacer a las víctimas, tranquilizar a la comunidad, amedrentar a los bribones y evitar que sigan ocurriendo en el país hechos tan despreciables.
Eso no es cierto. Se ha ensayado en muchas partes, sin resultados satisfactorios. Aumentar las sanciones se ha venido haciendo hace años. Cuando fui Juez Superior en Barrancabermeja en el año de “upa”, el homicidio se sancionaba con penas de 8 a 12 años de prisión. Aumentó el delito, crecieron las penas varias veces, hasta 40 y 50 años de cárcel, y nunca hubo tantas muertes, tantos asesinatos como ahora. Lo mismo ha pasado con el secuestro, los delitos sexuales y otras conductas. Hoy el crimen asfixia al país y la impunidad alcanzó niveles impensables.
¿Se va a acabar con pena de muerte y cadena perpetua? Es absurdo y es una posición facilista en extremo. Hay que invertir en Justicia, darle a la Rama lo que necesita en recursos y cuidarse de que los funcionarios, Fiscales, Jueces y empleados reciban lo que realmente necesitan. Las cárceles no pueden seguir siendo focos de delincuencia. La Justicia necesita ser respetable en todos los órdenes, independiente y autónoma, para que la respeten. No la pongan a matar gente.
Matar en nombre de la sociedad es inhumano y rompe todos los moldes de la democracia y la civilidad. Cuando se cuelga o electrocuta a un condenado no hay forma de corregir el error judicial. ¿Cadena perpetua cuando hoy se puede sancionar a un redomado criminal a 30 años de reclusión, o más? ¿En qué queda el principio de que no hay sanciones irredimibles? ¿Qué hacemos con los acuerdos internacionales suscritos por nuestro Estado, dizque porque somos civilizados? Si en nuestra vida independiente se han cometido dos millones de muertes violentas, resulta razonable argumentar que necesitamos es abolir la pena de muerte.
Y lo principal, mirar al hombre. No educamos a todos, no hay formación adecuada para miles y miles de niños y adolescentes, no reciben atención real en lo personal, en lo social y familiar. ¿Por qué tanto delincuente, tanta molicie, tanta falta de respeto a los demás? Miremos en los criminales como nacieron, cuáles fueron sus estudios, de qué manera se formaron, en qué hogares vivieron, cuáles fueron sus carencias y las de sus allegados. Viajando por carretera leí el siguiente letrero: “Educad al niño y no tendréis que castigar al hombre”.
La solución ya está inventada. No podemos seguir creyendo que “la calentura está en las sábanas”.