Debo reconocer que me golpeo la resultante electoral del Brasil, donde el candidato ganador del Partido Social Liberal, el militar Jair Bolsonaro logró sacar una ventaja de 10 puntos al candidato opuesto del Partido de los Trabajadores, el académico y progresista Fernando Haddad. Y me golpeó porque conozco, desde hace muchos años, el esfuerzo sistemático y constante que el presidente Lula logró hacer sobre la sociedad brasilera para alcanzar ese alto porcentaje del 20% de mujeres y hombres de la pobreza y llevarlos hasta un estado de satisfacción, dignidad y decoro de tal energía, que hizo poner los ojos del mundo sobre Brasil.
Sin embargo, la magnitud de este esfuerzo brillante hizo que la oposición sacara para la contienda todas las armas legales e ilegales y con ellas logró romper la férrea estructura administrativa del partido de los Trabajadores y plantear en la justicia brasileña serias denuncias que llevaron a Dilma Rousseff a retirarse de la presidencia y al expresidente Luis Inácio Lula da Silva a la cárcel, desde el mes de abril del presente año.
No se puede negar que los delicados cargos hechos a Lula y que fueron concluyentes en su condena abrieron un boquete de grandes proporciones donde se ha visto confrontado este gigante latinoamericano.
El perfil del candidato presidencial de los Trabajadores no podía ser mejor. Fernando Haddad es un descendiente de familia libanesa, abogado, con maestría en Economía y doctorado en Filosofía. Carismático de la juventud del Brasil y quien ha sido un juicioso estudioso del Marxismo. Regenta la catedra de Ciencias Políticas en la Universidad de Sao Paulo. Como un dato curioso, es de anotar que hay lista de espera en la Universidad para asistir a sus clases, hechos que hacen recordar al viejo maestro universitario y presidente del Brasil Fernando Henrique Cardoso, sociólogo, filosofo de la Universidad de Sao Paulo.
Cosas muy preocupantes tienen que estar sucediendo en la estructura mental de los brasileños para que hubiesen inclinado sus preferencias electorales por un candidato de la ultraderecha, sin ninguna solida formación universitaria y que se caracterizó, durante toda la campaña, por un discurso misógino nutrido en el odio, en la negación de las libertades y en el desmonte sistemático de la obra social realizada con tantos esfuerzos por el Partido de los Trabajadores.
Las mujeres dieron el ejemplo en Brasil. Quizás ellas son las más conscientes de las graves condiciones políticas que se comienzan a vivir frente a la opción política que concretó el candidato militar, Jair Bolsonaro. Ellas recuerdan los dramáticos hechos de violencia, sangre y represión que impuso la dictadura militar brasileña, a lo largo y ancho de su nación. Por eso, no es de extrañar las formidables manifestaciones de mujeres que salieron a las calles a confrontar el discurso misógino, racista y machista del candidato ganador.
Nos acompaña la convicción que los combativos sectores de la múltiple sociedad brasileña sabrán extraer las valiosas enseñanzas de esta dolorosa experiencia, encontrar los puntos débiles que permitieron el avance incontenible de una ultraderecha que amenaza los logros del Estado social de derecho.
La sociedad brasilera va a sacar toda su casta, representada en la larga tradición de lucha y organización de su férreo movimiento obrero, de su inclaudicable y valiente movimiento campesino, de su ancestral movimiento indígena, de su intrépido movimiento negro, del movimiento LGTBI, sus fuerzas Ecológicas, sus favelas, sus sectores populares y, sobre todo, no se nos olvide el demoledor movimiento femenino. Podemos decir, que en Brasil va a surgir con una fuerza inusitada de orientación, organización y mando el Poder Femenino, recuérdenlo.
Por eso titulamos: No te rajes, Brasil.