El filósofo Karl Popper planteó la paradoja de la tolerancia, según la cual “si una sociedad es ilimitadamente tolerante, su capacidad de ser tolerante finalmente será reducida o destruida por los intolerantes. Popper concluyó que, aunque parece paradójico, para mantener una sociedad tolerante, la sociedad tiene que ser intolerante con la intolerancia”. Como Hitler que ganó el poder en Alemania a través de elecciones democráticas, y luego desde el gobierno acabó con la democracia misma y asesinó a millones de personas.
No podemos aceptar ni normalizar los discursos que apelan al odio o al miedo para ganar elecciones, y desde el poder destruir valores tan importantes como la solidaridad, la tolerancia, el respeto y la libertad. Quienes creemos en la democracia, seamos políticamente de izquierdas o de derechas, liberales o conservadores, debemos rechazar expresiones como las que representan Nicolás Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua, Donald Trump en Estados Unidos o Jair Bolsonaro en Brasil. Un verdadero demócrata no justifica el atropello, la insensatez, el racismo, la xenofobia, la homofobia, o el menosprecio a las mujeres, o a las personas de escasos recursos.
En una democracia es natural que exista la confrontación, en la medida en que los actores que participan del escenario político tienen visiones distintas del mundo y representan sectores de la sociedad con intereses diversos. Es normal que tengamos opiniones diferentes sobre un mismo acontecimiento, lo que no es normal, ni aceptable, es tergiversar los hechos, para predisponer a los ciudadanos. Como por ejemplo cuando en el marco de la campaña del plebiscito quienes apoyaban la opción del no se inventaron el mito de que el acuerdo de paz promovía la homosexualización de los niños en Colombia, o Donald Trump que en el marco de la campaña a las legislativas de esta semana se la pasó diciendo que si ganaban los demócratas, EEUU se convertirá como Venezuela (el cuento del castrochavismo es continental), o Nicolás Maduro inventando cada semana un plan para matarlo, al cual le echa la culpa a Colombia y EEUU etc.
La esquizofrenia es propia de los extremistas políticos, en cuya visión del mundo predominan los dogmas (o verdades absolutas) y los prejuicios, no las razones o los argumentos. Los radicales de izquierdas o derechas necesitan incendiar permanentemente a punta de mentiras, engaños, o prejuicios a sus sociedades, porque es lo que les permite mantenerse en el poder.
Una sociedad ecuánime, en donde impere la sensatez, es un muro contra la violencia e ignorancia de los radicales, como dijo el Senador Luis Fernando Velasco nuestras sociedades necesitan más bomberos que pirómanos. La diferencia política es un patrimonio de nuestra democracia, lo que nunca podemos aceptar es la intolerancia de los radicales, nunca normalizarla, y estar dispuestos a decirles a los intolerantes, estas equivocado, el odio y el miedo jamás son el camino.
Como escribió mi compañero Daniel Lopez, en su columna de esta semana en la Ola Política: “lo que preocupa no es que las elecciones las ganen candidatos conservadores o de derecha, sino que se impongan candidatos abiertamente contrarios a los derechos humanos”.