Aproveché las vacaciones de fin de año, junto a mi familia, para leer el último libro de Enrique Santos Calderón, titulado “El país que me tocó (Memorias)”. Lo devoré en la última semana de diciembre, con la esperanza de regresar a Bogotá con mas amplios elementos que me permitan entender este esquizofrénico país que nos correspondió vivir.
Tuve la fortuna de conocer a Enrique Santos Calderón en Bogotá, en los años de 1976, cuando era el periodista “estrella” del diario “El Tiempo” y asustaba a su padre Enrique y a su tío Hernando Santos, jefes del diario más leído y poderoso de Colombia, con los subversivos escritos contenidos en su columna “Contraescape”. En verdad, yo conocía de su existencia ya desde el año de 1973 cuando por orientación del nobel Gabriel García Márquez se acercó hasta la cárcel de “La Picota”, junto al periodista Daniel Samper Pizano, para dialogar con un grupo grande de presos políticos que estábamos respondiendo a lo que se llamó en ese momento “El Consejo Verbal de Guerra del Siglo”, que se realizaba contra miembros de la red urbana del Eln, y que él explica con detalles en su libro.
En 1975 el grupo urbano del Eln, conocido como el P.J. conformado por profesionales del saber y profesores universitarios había logrado establecer contacto con Enrique y este había solicitado una entrevista con la dirección del Eln, para ser publicada en Alternativa, su revista política. Es precisamente en este momento, dada la grave situación política al interior de la guerrilla, que surge el Movimiento “Replanteamiento del Eln”, que busca articular los esfuerzos del grupo armado al desarrollo de la lucha política y social en Colombia, mas allá de la sola visión militar.
Desde el momento en que lo conocí y me recomendó hablar de la estrategia política con Jaime Bateman Cayón entendí que lo animaban deseos profundos por ayudar a la sociedad colombiana a superar la visión terrateniente sobre la posesión de la tierra y trabajar en conjunto por la construcción de un verdadero Estado Social de Derecho y Justicia que garantizara, para las inmensas poblaciones de campesinos, afros e indígenas, el reconocimiento a su dignidad y a sus Derechos Humanos inalienables.
Esa vocación sincera se ve reflejada en las 283 paginas que contiene el libro y el lector va entendiendo la larga y compleja marcha de la lucha social en el país y por qué el Presidente Santos tuvo la visión correcta al encomendarle los primeros contactos secretos que se adelantaron con las Farc-Ep en La Habana, Cuba. Y entiende también, porque los guerrilleros farianos depositaron en las manos de Enrique, la confianza en ayudar a sacar adelante, como efectivamente lo hizo, la complejidad de un proceso tan enmarañado como este.
Todo el contenido del libro que se expresa en siete capítulos es de una riqueza histórica inconmensurable y enseña que él estuvo allí como testigo de excepción, concediéndole a sus declaraciones escritas el valor indiscutible de ser testimonios que resistirán el peso de la confrontación y la dureza portadora de nuevos tiempos.
El libro contiene enseñanzas como producto del conocimiento y de la confrontación con realidades objetivas, que pueden ayudarles a comprender mejor, en los próximos días, a las otras organizaciones guerrilleras que están negociando con el Gobierno actual, como es el modus operandi para avanzar en el complejo y difícil camino de arribar a los nuevos Acuerdos de Paz.
Hay algunos apartes contenidos en las paginas 229 y 230, referidas a las conversaciones que mantuvo con el comandante de las Farc, “Timochenko” y donde textualmente dice:” Le hice mucho énfasis en el complicado clima de opinión en el país y que ellos tenían que hacer gestos convincentes para demostrar su buena fe y desactivar las prevenciones de los colombianos frente a las Farc, que no solo eran muy hondas, sino que un hombre de enorme influencia como Álvaro Uribe alimentaba todos los días. Nada me contradijo en este punto, pero lo cierto es que las Farc se demoraron demasiado en entender a cabalidad el profundo rechazo -el odio- de la sociedad colombiana y en hacer gestos para atenuarla, como el de pedir perdón sin tanta reticencia…”
Y continua en la página 230. “…Hacia el mediodía tocaron la puerta para preguntarnos si queríamos un ron venezolano y un almuerzo ligero. Aceptamos de una y “Timochenko” continuo su respuesta con un llamado para encontrar una salida realista y digna que les permitiera pasar de la lucha armada a la lucha político-social, y preguntó con mucha insistencia “hasta donde Santos estaba dispuesto a garantizar las condiciones de seguridad para que las Farc pudieran dar ese salto…”
Para terminar, no dudo en recomendar este libro como un aporte fundamental para quienes realmente, quieren dejar atrás la experiencia dolorosa de la lucha armada y comprometerse en la construcción del verdadero Proyecto de Nación, que requerimos con urgencia: Democrático, ético, solidario, pacífico, comprometido en la defensa de los DD.HH. profundamente justo en lo social y seriamente comprometido en la defensa del medio ambiente.