En Bogotá los aspirantes a la Alcaldía están floreciendo por doquier, aunque positivo para la democracia, no necesariamente esta “primavera” de candidatos significa el fin de los desafíos que devienen de la elección de un nuevo alcalde en la ciudad.
Y esta semana precisamente, la justicia como con una campana que rara vez usa les recordó a los candidatos la elevada responsabilidad que van a adquirir como empleado de ocho millones de habitantes, que esperan una administración que respete a sus ciudadanos y trabaje para ellos.
Estoy hablando de la nueva condena de Samuel Moreno Rojas, exalcalde de Bogotá, a 39 años y 8 meses de prisión, además de pagar una multa de 50 mil SMMLV, será trasladado a La Picota, pues recordemos que lleva 7 años en la Escuela de Carabineros de la Policía Nacional. La condena se da por los contratos de la adjudicación de un tramo de la Fase III de Transmilenio, e irregularidades en reparación de la Malla vial y Valorización en la ciudad, además ya estaba pagando una condena de 24 años por los contratos de adjudicación de las ambulancias, que le costó a la ciudad 67 mil millones, y Moreno se tiene que preparar, pues la Fiscalía tiene listas las acusaciones por la adjudicación del contrato Tunjuelo-Canoas, y la próxima semana le pedirá a un Juez que lo condene por irregularidades en otros contratos de obras viales.
Pero lo que hoy parece el terrible caso de un político corrupto, lo que podría llevarnos a un debate largo y apasionado sobre la izquierda en Bogotá, o sobre las “malvadas intenciones” de un puñado de contratistas y políticos, es solo el reflejo de lo que hoy pasa en muchos rincones del país, es una advertencia también para la ciudadanía.
Parece que la historia de Moreno, nos lanza al menos 3 campanazos que debemos tener en cuenta en este año electoral:
Primero, la polarización está asfixiando a Bogotá, Samuel Moreno Rojas es el alcalde más votado de la historia de la ciudad, más de 915 mil votos, le dieron la confianza ciudadana para que liderara a la capital, y ejecutara en su momento su plan de gobierno llamado Bogotá Positiva, pero en realidad esa votación fue producto de la polarización, en ese entonces, como ahora, entre la “izquierda” y la “derecha” capitalina, con visiones que chocaron en una elección que se definió entre Moreno y Peñalosa.
Moreno prometió un Metro y a cambio nos entregó uno de los render más bonitos que ha visto Bogotá, de un proyecto que jamás sería realidad, no hubo continuidad de muchas de esas políticas, ni con Petro, ni con Peñalosa hoy, la falta de un proyecto de ciudad destruido por las diferencias cada cuatro años entre diferentes grupos políticos, ha sido inmensa. ¿Alguien se sentó a pensar que tienen esas alcaldías en común?, ¿Qué proyecto de ciudad se puede realizar a pesar de sus diferencias y continúas recriminaciones?
Segundo, no todo gran líder, hará una gran labor, así como seguidores a ciegas de Gustavo Petro creen que es él quien debería volver para “salvar” a la ciudad, o como gritaban el día de la victoria de Peñalosa en 2015 en su sede de campaña “¡Peñalosa presidente!” y él los calmaba diciendo que se conformaba con ganar ese día la Alcaldía de Bogotá, nos creímos el cuento de que la ciudad necesitaba un hombre fuerte, un gran líder, pensador de lo social o autodenominado urbanista.
Moreno Rojas, era uno de ellos, el nieto del General y dictador Gustavo Rojas Pinilla, quien prometió continuar con sus banderas de la ANAPO, al lado de su hermano Iván Moreno (hoy también condenado). Moreno era todo, todo lo que querían ver en un líder, quizás su única falla fue su siempre conocida falta de elocuencia, pero poseía las banderas de un político de carrera, que ahora quería escalar a la alcaldía, ¿Quizás alguien se preguntó por sus credenciales para ser un buen y transparente administrador?
Y Tercero, la corrupción no tiene una única forma, no es de izquierda o derecha, los concejales que rodearon el carrusel para exprimir a la ciudad no eran propiamente del Polo o “socialistas”, ese no fue el criterio de Moreno para rodearse y permitir el desfalco, así como tampoco es un criterio serio para evitar la corrupción en la ciudad. La corrupción tiene muchas formas, como entregar una adjudicación de buses cuya tecnología ya es obsoleta en muchos países para enfrentar el cambio climático, y meses después decretar emergencia ambiental en Bogotá por ese mismo tema (Peñalosa), o hacer un esquema de basuras a la mala, sin planeación, con volquetas y buses viejos traídos de Estados Unidos (Petro).
Si Bogotá quiere aprender de la lección de Moreno Rojas, debe preguntarse ¿Quién por encima de la polarización, traerá más que carreta, una administración seria, que rescate lo positivo, y se dedique a pensar ciudad?