El pasado fin de semana en Twitter, como si fuera extraño, de nuevo se vivió una fuerte reacción en manada frente a la noticia aún sin confirmar, sobre el positivo a la prueba de Elisa del actor porno Nacho Vidal.
Todos los usuarios, sin excepción empezaron a afirmar que quienes tuvieron contacto sexual con Nacho eran “sidosos”, “sidosas”, y cual horda zombie, dirigieron sin piedad sus venenosos mensajes a la actriz colombiana Amaranta Hank, quien ha trabajado con dicho actor.
De esta situación, sorprende, no tanto lo patético del ataque, que en esa red social ya casi que es característico, sino el nivel de ignorancia que aún tienen muchísimas personas frente al tema y el cómplice silencio que muchos influenciadores tuvo frente al misógino ataque a Amaranta.
Que aún hoy en día muchísima gente crea que dar positivo al Test de Elisa para detección de Virus de Inmunodeficiencia Humana, es sinónimo de ser portador del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, por lo que va a morir de forma asquerosa y que por lo tanto llamar a alguien “sidoso”, “sidosa” es válido como madrazo, solo demuestra, una vez más, el fracaso que tienen las instituciones educadoras (Escuela, Religion/Espiritualidad, Familia) de la sociedad con respecto al estigma y de las instituciones estatales frente al control de la pandemia y sus repercusiones sociales.
Por ello, no es raro que aún existan albergues y fundaciones que dan hospedaje, comida y acompañamiento psicosocial y espiritual a niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos portadores del virus, quienes han sido abandonados por sus familias.
El grueso de la población aun piensa que tener VIH es algo tan asqueroso que debe ser extirpado de la sociedad.
Sin lugar a dudas, en la mente de muchas personas hoy, ser positivo para VIH, es como si para nuestros abuelos o bisabuelos, alguien fuera positivo para el Bacilo de Hensen (bacilo causante de la lepra).
Ante esta situación se hace necesario que las voces de la sociedad civil que tienen trabajo con VIH/SIDA, aumenten su presencia en medios, alcen más fuerte sus voces y de manera decidida luchen con más ahínco contra el estigma por lo que esfuerzos ecuménicos como la Red de Organizaciones Basadas en Fe con trabajo en VIH/SIDA, merecen todo el respaldo y acompañamiento posible (échenle un ojito al trabajo de la Red en: https://www.facebook.com/ConexionVidaOBFs/).
Por otro lado, aun cuando es completamente entendible que la mayoría de personas en Twitter tengan tantos prejuicios sobre el VIH y el SIDA, no es menos justificable que tantas cuentas influenciadoras en dicha red hayan callado ante la andanada de mensajes del que fue víctima Amaranta Hank.
De la manera en que muchos salieron a defender a la esposa del Presidente de la República por su vestuario, uno esperaría que salieran a defender a Amaranta ante la flagrante violación a la confidencialidad de su expediente médico.
“Vale más el derecho a la confidencialidad que un vestido”, afirmaría uno de manera descuidada, pero resulta que, en el país del Sagrado Corazón, la respuesta es un tibio “depende”.
Supongo que muchos y muchas pensarán que por Amaranta trabajar en la industria del porno se lo tiene merecido. No faltaría el que piense que “eso le pasa por p_ta”, no sólo entre los ciudadanos del común, sino entre los líderes de opinión.
Independientemente que el trabajo/oficio de Amaranta sea la filmación de material audiovisual para entretenimiento autoerótico adulto, ella es tan mujer y tan ciudadana como Juliana de Duque, y merece no sólo respeto, sino el respaldo ante el caníbal matoneo del que fue víctima.
¿Por ser actriz porno no tiene derecho a la intimidad?
¿Por ser capaz de mostrar su desnudez y sus genitales en público no merece ningún respeto por parte de cualquier persona?
Responder estas y preguntas similares depende en gran medida de la colectiva mentalidad cuasi decimonónica que aún conservamos como sociedad colombiana, mentalidad que aún nos dice que es mejor defender a una ama de casa que a una actriz porno, mentalidad que justifica las dos y hasta tres o cuatro morales que nos sirven para juzgar como bueno o como malo las acciones de los otros, mentalidad que nos reafirma que los buenos, los decentes, los de bien somos más y merecemos defendernos.