Acabo de escuchar, como lo hago casi todos los domingos, el programa radial El Club de Lectura, de Caracol, dirigido por Norberto Vallejo. Muy bueno, como todos, pero el de esta noche especialmente bueno. Fue una entrevista con el médico y escritor caldense Gustavo López sobre su reciente novela histórica “Los dormidos y los muertos”, en la que se relacionan episodios, acontecimientos y situaciones políticas ocurridas en el país durante época de la violencia, ocurrida durante dos décadas en toda la mitad del siglo anterior.
Se entiende que no he leído el libro, pero lo haré lo más pronto que pueda. Por la importante entrevista de Vallejo a López y los agudos comentarios del autor, se conoce que se trata de una novela recreada en hechos verdaderos, desde la época en la que el liberalismo llegó al poder en 1930, luego de una hegemonía conservadora de 40 años, hasta los comienzos del Frente Nacional, en el gobierno del doctor Guillermo León Valencia. Fueron unos años duros, violentos, de enorme sectarismo político, especialmente en los gobiernos de Mariano Ospina Pérez, Laureano Gómez, el general Gustavo Rojas Pinilla, la Junta Militar y la llega del Frente Nacional.
En esa época tremenda hubo violencia gobiernista conservadora, el asesinato de Gaitán que esta semana cumple 71 años, violencia de la guerrilla liberal, violencia en la dictadura a título de buscar la paz, violencia de bandoleros liberales y conservadores, que en apariencia terminó al finalizar el primer cuatrienio del Frente Nacional. Fueron 300.000 muertos enterrados en silencio, lo que para el futuro se quiso evitar creando un sistema político en el que solo participaran liberales y conservadores. Gobiernos alternados, Corporaciones públicas paritarias lo mismo que gabinetes y empleados públicos, incluida la rama judicial. Los disentimientos fueron declarados ilegales porque se buscaba una paz duradera. El bullicio del éxito no dejó ver que desde 1964 se crearon otras guerrillas. Fíjense en lo que estamos ahora.
Me parece notable que en la obra de Gustavo López se pongan en conocimiento de esta época, un momento desgraciado de nuestra historia que se ha pretendido desconocer. Mejor, sobre el cual se tendió un manto de olvido, como pretendiendo evitar ingratos recuerdos y responsabilidades judiciales y políticas. Lo que han hecho es hacerle creer a la gente de ahora que la violencia pasará pronto, cuando muchos sabemos que está enquistada en nuestra historia y en nuestros comportamientos.
El mensaje de tan repetidos aconteceres sangrientos es el de que la violencia, el sectarismo, las retaliaciones, la delincuencia general que es hija de esta violencia, no se terminarán solo con más violencia ni con acuerdos políticos que nieguen nuestras verdades y nuestras desnudeces.
No es sensato pedir que se destape la verdad de nuestra historia para estimular sectarismo o deducir responsabilidades. Es para encontrar el camino. No lo conocemos y estamos peor que antes. El libro de Gustavo López es una contribución a la necesidad de que sepamos en donde estamos parados.