Volvimos a la pugnacidad

Opinión Por

De nada valieron las palabras y las recomendaciones de su Santidad el Papa Francisco, ni las frases en el “Sermón de las Siete palabras”, pidiéndole a los colombianos durante las reflexiones de semana santa que entendieran el gesto de la entrega de Cristo a los judíos y su larga y dolorosa pasión, para enseñarnos una forma fraternal y amorosa de tratarnos como hijos de Dios, por el cual él había sido sacrificado en la cruz.

Muy poco sirvió todo esto. En el Senado de la república, donde comenzó a darse la discusión sobre las objeciones presidenciales a la Justicia Especial para la Paz (JEP), pronto la opinión colombiana vio al senador Álvaro Uribe Vélez “cargado de fiera” y al terminar una corta intervención, respondiendo a la realizada por el senador Petro, sin ningún pudor y sin pensar en el daño que le hace a la sociedad colombiana que a esas horas veía por tv los debates, lo llamó en tres ocasiones, transfigurado de rencor: “Sicario”.

Para nadie es un secreto el inmenso poder que tienen las palabras de un expresidente de la república, agravado por el hecho de ser transmitido por televisión, donde centenares de jóvenes, adultos y hasta niños asimilan esta malformación en el manejo de las discusiones políticas, por el inadecuado ejemplo de nuestros “padres de la patria”.

Hay que reconocer que el senador del Polo ofendido de palabra, supo controlar sus emociones, entendió que el país esta pendiente de este debate y no respondió como querían sus malquerientes, evitando en esta forma que ese sagrado recinto de la democracia se hubiera convertido en una gallera donde son tan frecuentes esos pésimos tratos, que tanto desdicen de nuestra clase política.

Si mal no recuerdo fue en los años de 1948 y 1949, donde el Congreso de Colombia vivió una de sus más bochornosas, trágicas y dolorosas sesiones. En una convulsiva sesión de la Cámara de Representantes, llevada a cabo el 8 de septiembre de 1949, un año largo después del asesinato del líder liberal y popular, Jorge Eliecer Gaitán, se desató la más grave confrontación armada, a tiros, en pleno recinto, entre las bancas de los partidos liberal y conservador.

Nunca como en esas épocas aciagas Colombia estuvo tan incendiada de odios, ofensas mutuas, rencores e intolerancia política. El momento culminante de este fatídico enfrentamiento sucedió en la noche de ese día, donde el recinto se convirtió en un verdadero campo de batalla. Según los testigos presenciales en la Cámara de Representantes sonaron más de 400 disparos.

La grave y bochornosa situación comenzó con una confrontación verbal violenta entre representantes del partido conservador y liberal. La rechifla de los conservadores, con pitos y gritos, a las reflexivas intervenciones de los representantes liberales deterioró el ambiente. Es necesario advertir que el Congreso de la república, en esos momentos, era de mayoría liberal.

En el entretanto el presidente conservador Mariano Ospina Pérez hablaba de Paz a nivel nacional, pero mantenía una política de persecución y muerte sobre los desamparados sectores campesinos liberales y de tendencias alternativas.

La situación se hizo borrascosa. El representante conservador Carlos del Castillo inició su intervención con palabras ofensivas e hirientes al partido liberal. Para responder la ofensa pidió la palabra el representante liberal Gustavo Jiménez. En ese momento, en medio de una gran exaltación de los ánimos, comenzaron a sonar los disparos. Al terminar la balacera dos cuerpos quedaron tendidos en el piso.  Los representantes liberales Jorge Soto del Corral y Gustavo Jiménez fueron asesinados en esta deshonrosa y vergonzosa sesión del Congreso colombiano. El presidente Mariano Ospina Pérez clausura de un plumazo el Congreso de la republica y continua la oscura y tenebrosa época conocida como “la violencia”.

Si bien, los hechos narrados en su momento fueron síntesis en el crecimiento desmedido del trato violento y agresivo, que se constituyó en el preámbulo del desencadenamiento de más de cincuenta años de violencia, a la que le quiso poner fin de manera terminante el actual proceso de Paz. Proceso de Paz que quiere ser desvertebrado a través de los ataques a la JEP. ¿Será mera coincidencia que estemos presenciando un “crecimiento desmedido del trato violento y agresivo”  en el Congreso… que puede llegar a ser preámbulo de qué?

El Senado y la Cámara de Representantes de Colombia deben dar ejemplo de un respetuoso y sobrio comportamiento político y social. Desde esta paginas estaremos atentos para respaldar el sano ejercicio político y también para llamar la atención y sancionar socialmente los comportamientos violentos y altaneros que observemos.

Presidente del Comité Permanente de defensa de los DD.HH. Fue Embajador de Colombia en Europa. Trabajó en el Programa de Paz de la Universidad Pedagógica de Colombia, y es un reconocido defensor de Derechos Humanos.